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TEMAS BLOG OFICIAL DE LA POETA Y ESCRITORA andaluza Carmen Camacho ©2017

micro relatos

DIOS Y VILAS (Microcuento)

El día del juicio final, Dios, llama a Vilas:

-No creíste en mí y no entraras en el Paraíso, le dice.

-Oh Dios –responde  Vilas- es cierto que mi fe ha sido débil. No he creído en ti, aunque si te he imaginado.

Después de escucharlo, Dios le dice:

-De acuerdo, Vilas, vendrás al cielo; y jamás tendrás la convicción de encontrarte en él.

 

©Carmen María Camacho Adarve

La muñeca (Microcuento)

La muñeca (Microcuento)

Desde  cada vez más lejos. Era un viaje maravilloso.

 Que  describía en cartas semanales.  La muñeca a la niña.

 

 ©Carmen María Camacho Adarve

 

CUENTO CUÁNTICO

CUENTO CUÁNTICO

Si te sumerges en el mar, tu conciencia no se moja. El frío del invierno no entumece tus recuerdos. El calor  de una noche de verano no hace que suden tus sueños.

 

©Carmen María Camacho Adarve

SIN TEMOR (UN CUENTO CASI EL MAS CORTO DEL MUNDO)

SIN TEMOR (UN CUENTO CASI EL MAS CORTO DEL MUNDO)

Tacones, refugio de mis miedos.

 

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

el mar y el ángel

el mar y el ángel

y un ángel baja hasta la profundidad del mar y me muestra su sonrisa y me dice... es el verano -voy a buscarte la perla mas bella- y sonrío

 

©Carmen María Camacho Adarve


SUCEDIÓ QUE…

SUCEDIÓ  QUE…

Cuando se me rompió el espejo de mi cuarto;

 1 Me abandono mi autoestima

 2 deje de sintetizar mis ideas

 3 surgieron mis esperpentos.

Redescubrí me propia esencia.

 

(Micro cuento)

 

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

EL ORGANISTA

EL ORGANISTA


 

Llego a la plaza  Michelangelo arrastrado su viejo organillo, a esa hora del medio día las vistas de Florencia son  prodigiosas. Abrió su silla, puso sobre el empedrado el cuenco para las limosnas, se colgó el cartel de cartón al cuello manuscrito por donde se leía: Caridad con este pobre organista… se dispuso a o tocar  una tarantela para  los paseantes  de  la plaza

…y de repente se le acercó Giuseppe Verdi; crescendo, crescendo! –le dijo-

 

En el mismo momento, se quito el cartel de cartón que llevaba colgado al cuello y lo rectifico: ALUMNO DE VERDI.

 

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

 

PROBLEMAS DE VECINDAD

PROBLEMAS DE VECINDAD

 

 

 

Una noche de Enero, mientras María hablaba acaloradamente, con otra  vecina  sobre asuntos de vecindad. En unas ensoñaciones… Vi mi oportunidad para ejecutar mi siniestro plan.

 

El perro se alejo de María –su dueña-    se acerco a mi  y le di mi suculenta y mortal salchicha. El efecto del veneno fue rápido y eficaz, pues mi intención era que muriese sin el menor sufrimiento, aun así durante su agonía advertí mi gran error, pues en el fondo no era el pobre perro culpable de nada, sino su despreciable dueña… era demasiado tarde.

Ella lo sacaba al  parquecito, detrás de las ventanas  de mi palacete,  existe un parquecillo  adaptado para que el animal pueda hacer sus necesidades sin que sus olores lleguen; sin embargo la arpía no se molestaba para nada.

 Después de llamarle la atención y pedirle educadamente que recogiera sus excrementos, y los depositara en su correspondiente papelera, así como que, la orina la hiciese en el lugar correspondiente el problema a pesar de mis advertencias  se acentuó. La estupida  me retiro el saludo a pesar que considero mi forma de proceder   correcta sin embargo  el efecto fue todo el contrario al deseado.

 

El perro seguía a sus anchas por el parque, meando en mi esquina y haciendo sus excrementos al lado de las ventanas.

Siendo yo  la persona afectada por tal anticivismo, me puse en contacto con la autoridad local, la cuál se presento para constatar dichos hechos, mas la solución no era fácil pues por supuesto las pruebas aunque evidentes, no eran suficientes para probar el delito.

 

Así que ya sabemos lo que ocurrió posteriormente, María hizo sacar lo peor de mi, los olores del animal, las moscas su soberbia todo me hizo llegar a tal punto de desesperación para mi macabro plan.

 

 

Ella también llamo a las autoridades y denuncio tal hecho mas no le dieron ninguna solución.

 

 

Desde entonces, ella adquirió un perro nuevo el cuál recoge su mierda y no se mea en la esquina,  por cierto goza de una salud encomiable. Aún recuerdo con pena aquel capitulo  de Enero, viejos tiempos, agua pasada. Y en noches así de frías  me digo a mi mismo ¿será la reencarnación del otro can trágicamente desaparecido?  Las mascotas ya no son como las de antes.

 

(Cuentos del Marques de Posadas Ricas)

 

   © Carmen María Camacho Adarve

Instrucciones para hacer una casa

Instrucciones para hacer una casa

Podemos hacer lo que se nos ocurra, podemos cambiar el mundo. Hasta hace poco tu en esta misma situación te hubieses muerto de miedo; hombre, mujer, cuchillas de afeitar o calamar.

 Tomamos la calle, la abrimos, sacamos las ratas, ¿hay algo mejor con las ratas? luego las ponemos sobre la acera, añadimos las baldosas y papeleras, mezclamos la casa con flores de plástico. En esa masa ponemos una criada que este siempre en la casa, que ubicaremos en una plaza. Llenamos la fuente del patio acompañamos con un paraguas verde. Una parte de mis antepasados corren por la parte alta de la casa, no tienen cocina,  a ratos se  ponen al solecito y sin sombrero.

La gente, las aceras, y el paraguas verde son agregados de mi tía abuela por idea de su abuelo.

©Carmen María Camacho Adarve

SIN TEMOR UN CUENTO CASI EL MAS CORTO DEL MUNDO

SIN TEMOR UN CUENTO CASI EL MAS CORTO DEL MUNDO


 

 

 

Tacones, refugio de mis miedos.

 

 

©Carmen María Camacho Adarve

EL PÁJARO CANTA…. POR CARMEN MARIA CAMACHO

EL PÁJARO CANTA…. POR CARMEN MARIA CAMACHO

EL PÁJARO CANTA….

 

¿Cuál es? ¿La de "El pájaro canta hasta morir"? Dice que hay un pájaro que sólo canta una vez en su vida. Para hacerlo, se clava el pecho contra la espina de un árbol y mientras muere emite el canto más hermoso que pájaro alguno pueda hacer. ¿Qué deduzco? Que lo bueno, lo puro y lo hermoso demanda enormes sacrificios, esfuerzos y sufrimientos, pero que vale la pena.

 

©Carmen María Camacho        

Los microrrelatos pueden ser adictivos Por Melanie Taylor Herrera

Los microrrelatos pueden ser adictivos


Podemos considerar al microrrelato como el género literario del siglo XXI. En esta era posmoderna y de paso podemos decir que la posmodernidad “sustituye a la cultura por la multicultura, a la universalidad y el monosentido por la pluralidad y el multisentido” (Ledo, 2004), el microrrelato deviene en guiño o carcajada e incluso puntapié a la modernidad y a todo lo que le antecede.

El microrrelato es un escrito sumamente breve e increíblemente contundente que causa sorpresa en un lector que ya lo ha visto todo en el cine, el internet y la televisión. El microrrelato cabe en un correo electrónico, en la entrada de un blog, como mensaje de texto en un celular e incluso en twitter. Es tan corta su extensión que su lectura en la pantalla de la computadora no produce el cansancio visual de textos más largos.

Somos una sociedad primordialmente visual, ampliamente conectada, consumista y de economía global, pero aún así el mercado del libro o el negocio de vender libros no resulta fácil. Al parecer el trabajo, las obligaciones sociales y familiares impiden que el ciudadano promedio dedique muchas horas a la lectura. He aquí una de las bondades del microrrelato, requiere a lo sumo 3 o 4 minutos. Aunque no nos engañemos, la ficción brevísima aparenta ser fugaz y digo aparenta porque su digestión toma tiempo, es un platillo que una vez degustado se rememora largamente. Sus múltiples significados son como las notas de un perfume, hay que tener buen olfato para detectarlos. A los minitextos hay que leerlos de a poco, uno o dos a lo sumo, identificar qué juego nos propone el escritor, qué mensajes ocultos ha dejado en una trama de apariencia inocente.
 


Autopublicaciones

(Ediciones de autor)

www.alexlib.com

info@alexlib.com

Miami, FL, EE.UU.

305-469-6796
 

Por algo Ana María Shua, prolija y conocida escritora argentina de microrrelatos, los compara con una caja de bombones y recomienda que así como una no se come una caja de bombones de un tirón, tampoco debe leerse muchas minificciones de seguido. Y Shua sabe de qué habla pues ha publicado recientemente un libro llamado Cazadores de letras donde reúne su producción de microrrelatos sumando la nada despreciable cantidad de ¡900 páginas!

Lauro Zavala es un catedrático mexicano quien ha dedicado largas horas al estudio de un fenómeno tan breve. Él denomina a los cuentos de hasta 200 palabras, ultracortos. Pues sí, el microrrelato recibe varios nombres: minitextos, hiperbreves, brevísimos, ficción mínima. Inclusive hay quienes proponen el nanorrelato, contar algo si acaso con diez palabras.

El microrrelato tiene gran auge en España y Argentina, países donde se celebran numerosos concursos de textos brevísimos y se encuentran blogs y páginas webs dedicadas al género. Los concursos de microrrelatos son particularmente atractivos porque sólo requieren enviar un texto de aproximadamente diez líneas o menos por correo electrónico. Los hay de tema libre y otros proponen temas específicos, palabras o géneros, porque el microrrelato puede ser lírico, poético, de terror, de ciencia ficción, fantástico,hilarante e incluso, chocante. Los sitios de Internet, Stardust y Letralia, anuncian las bases de muchos de estos concursos los cuales tienen con frecuencia premios en efectivo para el ganador.

El microrrelato además de explorar las formas narrativas, es decir le permite al escritor experimentar con maneras originales de contar la historia, también toma prestado de otros géneros, de la tradición literaria y filosófica. Requiere de un lector avispado con cultura general. El texto brevísimo es lúdico, adoptando con frecuencia un tono juguetón, sarcástico, irónico, rítmico e hiperbólico.

Me gustaría ilustrar lo que he explicado hasta ahora con un microrrelato de mi autoría. Y, ¿por qué no?, le tomará poco tiempo leerlo, mi estimado lector.

Control remoto
Cansado de cambiar canales, empezó a observar su vida. Miró a su mujer; notó finas líneas alrededor de sus ojos y presintió que también él tenía arrugas que hacían su debut. Escuchó a sus hijos sin entender de qué hablaban, asumió que era una lengua extranjera o al menos un dialecto hecho con neologismos. Se prometió comprar un diccionario. Buscó al perro y éste ya no estaba. Ahora había un gato que se complacía en enterrar sus uñas afiladas en su sofá. Encendió la tele otra vez.

Sólo me resta invitarles a leer un microrrelato al día. Puede encontrar verdaderas joyas en sitios como minificciones.com.ar , pompasdepapel.com , minitextos.org . También recomiendo leer a Augusto Monterroso, escritor guatemalteco, reconocido como uno de los grandes maestros del género. Ah, y si se vuelve adicto a los brevísimos... ¡recuerde que se lo advertí!

 

EL RELOJ

EL RELOJ

 

 

 

 

Ahora  tengo la sensación de que el tiempo trabaja para mí, y no  al revés, y así me siento  menos esclavo. No tengo que apresurarme.  Me llamo Norberto, tengo treinta años, soy; alto, delgado y de extrema pulcritud no es de extrañar que tenga una relación claustrofóbica con el tiempo  llevo en la muñeca un reloj controlado por radio que es de una precisión extraordinaria. Una antena oculta en la correa recibe a diario actualización desde  Francfort en el ángulo izquierdo de la pantalla aparece el número uno. Si se pierde la siguiente señal del día, el número cambia al dos y así sucesivamente. Esta exactitud hace de mí una persona muy  inquieta. Cuando tengo que hablar con algún trabajador  debemos alzar la voz  para poder oírnos por encima del persistente tic tac. Si en el contador del reloj aparece el número dos empiezo a sudar y un temblor sacude todo mi cuerpo. Si el reloj pierde una señal, el número no aparece siento una autentica sensación de perdida.

Soy   el director de la sección de relojería  en un museo de la ciencia, tengo a su cuidado una espléndida colección de quinientos relojes. Que abarca desde antiguos relojes de sol y clepsidras  hasta modernos relojes de cuarzo  y relojes atómicos.  No puedo olvidar aquella vez que pasó a tres y tuve que dejarlo en casa en, un cajón. Me estresaba saber que tenía un retraso, aunque fuese de un milisegundo.  Un día decidí ser libre y aborde mi manía obsesiva de medir el tiempo en vez de inquietarme por los milisegundos perdidos, me compre  un reloj de cuerda de los años setenta que suele tener unos cinco minutos de retraso. Así reacciono contra el exceso de precisión. Mi reloj de cuerda simboliza  que he recuperado la libertad y la posición dominante en relación con el tiempo. Se que si no le doy cuerda a diario, se parara, de modo que soy yo  quien tiene el control del tiempo.

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

 

VIEJO CAFÉ

VIEJO CAFÉ

 

Un olor enrarecido a fritos y humo de tabaco salía de la cafetería, a través de sus cristaleras y desde la calle. Podía ver la barra de madera oscura y vieja, sobre ella en vitrinas,  pasteles, magdalenas, y trozos de tarta. El suelo de azulejos verdes con dibujos blancos, apenas visibles y partidos con la patina de los años. Sobre el techo viejos y roncos ventiladores de palas. Las mesas bajas con sillas de madera que crujían, distribuidas junto a las cristaleras que hacia las veces de escaparate. Olor a café viejo y sentado en la mesa del centro, un viejo poeta, encorvado, blanco el cabello  largo, que cubría con una gorra de marinero, un gastado abrigo de paño azul marino. Una taza de café que permanecía sobre la mesa olvidada toda la tarde. El viejo poeta, no levantaba la vista de sus poemas, ¿serian los versos de “marinero en tierra”?

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

 

EL RECADO

EL RECADO

 

 

La noche del dos de noviembre llamaron a la puerta, el marqués de los Llanos ¿quién podría ser a aquellas horas? Una noche de lluvia desapacible en extremo fría. El marqués se apretó el cinturón del batín, bajo las escaleras alumbrándose con un candelabro, el marqués de los Llanos era delgado en extremo, de alta estatura, con el pelo largo y desordenado que enmarcaba un rostro cadavérico. Al abrir  se encontró  este le entregó una carta lacrada y le dijo que esperaba respuesta. El marqués, entró en su despacho, abrió el sobre, leyó… “eres un miserable, has estado visitando a mi esposa en mi ausencia. Por este motivo te reto en duelo mañana al amanecer en el bosque”.El marqués volvió a abrir la puerta de la calle, donde esperaba el criado. Mi respuesta es que el duque no debe abandonar durante días a la duquesa. No me interesan los duelos. Cerró la puerta con un golpe seco. Subió la escalera dando se luz con el candelabro, se aflojo el cinturón del batín y sentándose en su sillón de cuero retomo la lectura. Un gato se sentó en su regazo mientras lo acariciaba se dijo: sin duda esta noche es desapacible y en extremo fría.

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

 

MIENTRAS DORMIAS

MIENTRAS DORMIAS

 

 

 

La casa estaba en llamas que se extendían ahora por el dormitorio. Lucila Quesada dormía en su cama. La imagen fulgurante del fuego, la despertó. El calor se hacia insoportable; las  llamas la amenazaban. Un desagradable olor acre invadía el cuarto. El miedo, el humo sofocante, el dolor de su piel que ardía. L a dificultad para respirar era cada vez mas intensa. Con esfuerzo logro  reprimir la tos,  para no a vivar el fuego.

De pronto oyó  un estallido de paredes que crujían y comenzaban a ceder. El techo se desplomó y las llamas ennegrecidas por el humo, cobraban mayor altura.  Lucila recordó la profecía “todo se extinguiría por el fuego” .La casa estaba aislada y afuera caía una gran nevada. Se pasó las manos por  la cara  frotándose los ojos, no solo oía la ferocidad del fuego sino también los gritos que salían del resto de las habitaciones. Eran prisioneros de las llamas. Que se abalanzaban ahora sobre ella. Un cambiante monstruo rojo. Las llamas avanzaban sintió el ardor insoportable  y cerró los ojos. Las llamas se alzaban rugiendo.  De lejos el ruido de las cadenas en las ruedas del camión de bomberos que patinaban sobre la nieve se mezclaba  con el rescoldo de la casa que crujía desplomada  Una bola  roja brillante, de fuego y humo, sobre la nieveera lo que quedaba del psiquiátrico.

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

 

CRIMEN

CRIMEN

 

 

Ana apoyada en sus muletas, miraba por la ventana, hacia mucho tiempo que no podía caminar, tras el accidente y pasados los primeros meses nadie la visitaba. Observaba a la pareja que vivían enfrente, Ana pensaba que aquella pareja no era feliz ¿Qué sucedía? fue en ese momento cuando escucho los disparos y  vio  un cuerpo desplomarse. Luego oyó un coche que se alejaba a gran velocidad ¿y ahora? –Se dijo- tendré que mirar como se va descomponiendo un cadáver.

©Carmen María Camacho Adarve

 

 

LA PLAZA DEL DIABLO

LA PLAZA DEL DIABLO

 

                                                                                                                                                                                                                                                                             

                                                             

 

                                            

Yo no es que sea un hombre supersticioso, la verdad, solo soy un poeta con pocos recursos y tengo que aceptar cualquier trabajo, a saber, vivo de las supersticiones ajenas. Por eso acepte el trabajo  -nunca bien retribuido- que consistía  en  pasearme por la plaza de diablo. En ella según me contaron habitaba un diablo que no dejaba a los vecinos en paz,  sobre todo tenia preferencia por las damiselas, los vecinos no  podía transitar por la plaza a partir de la media noche sin ser molestados por el diablo. Ya  digo que yo no soy supersticioso. He de reconocer que mi caracterización de damisela era magistral. Tanto  que al pasear por la plaza de aquella guisa y cuando el diablo, acertó, a tocarme  una de mis pantorrillas quedo tan espantado, que desapareció en medio de una nube de azufre.

Así fue como libre aquel pueblo desdichado de la maldición. Bueno eso es lo que conté al alcalde para que me retribuyera. Aquella noche fue memorable para todos los vecinos. Yo no es que sea  un hombre supersticioso.

 

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

 

                                            

 

UN BLUES PARA MARIETA

UN BLUES PARA MARIETA

 

 

 


Entraste en la cocina,  en tus manos la botella de tequila y un bote de tranquilizantes, te giraste  hacia el dormitorio.  Sentada en la cama bebiste   la mezcla amarga del tequila   y las pastillas.  De inmediato cerraste los ojos pusiste en el equipo de música aquel disco de Jazz de Woody Allen,  entonces  comenzaste a idear la manera de hacerlo; como un  gran poema   (si hubiera de morir)  como sería la vida –te dijiste-  te reíste un poco de  esa ocurrencia.
Después de un par de horas, el dormitorio estaba impregnado del  olor del tabaco rubio; te  levantaste de la cama pusiste la silla bajo la lámpara del techo, colocaste cuidadosamente el cinturón de tu albornoz alrededor de la lámpara, escribiste unas líneas  en la hoja de recetas, miraste al espejo,  sin verte, subiste a la silla, metiste la cabeza entre el círculo del cinturón  y tiraste de una patada la silla:
Mientras perdías la vida, tus ojos se secaban, comenzaban los mareos y el cuerpo te pesaba cada vez menos; pusiste una mano sobre tu  corazón y la otra entre los dientes...

 Mirabas una hoja seca que había en el suelo. No es otoño, está seca porque hace demasiado calor para marzo, y algunas plantas se secaron, soltando hojas secas por todas partes -pensaste- Caminas por una vereda, soleada, vas hacia la parada de autobús,  miras una hoja seca. Tienes mala memoria, olvidas las listas de las compras sobre la mesa,  y las llaves de casa, tienes que hacer  carteles con las fechas de cumpleaños, no recuerdas los números de teléfono y a veces, hasta abres una interrogación y sigues escribiendo dentro de ella sin recordar cerrarla jamás.

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

 

MARGARITA

MARGARITA

 

  Una  niña de seis años, de tez clara, ojos negros profundos,  cabello rubio, boca pequeña y rosa como sus grandes pendientes, sola, en el lienzo me observa nos miramos  como en un juego de espejos.  Niña tan delicada que esquivas a ratos mí mirada. Soy cautiva de tu fragilidad de luna, nacen en mi, sentimientos sutiles, fragancias de otro tiempo, y poesía.  Tú vestido de enorme guardainfante, rosado y plata,  reflejos de luz  poética;  un gran pañuelo blanco de delicada seda tu sostienes con elegancia en la mano derecha,  mientras  entre los dedos de tu mano izquierda  un exquisito ramillete de rosas y violetas.  Jubón degollado de grandes haldas, guardainfante rosa de lama de plata. una extravagancia, de una exquisita  elegancia. En una habitación del antiguo alcázar de Madrid, posa la infanta Margarita de Austria.

 

©Carmen María Camacho Adarve