EL RELOJ
Ahora tengo la sensación de que el tiempo trabaja para mí, y no al revés, y así me siento menos esclavo. No tengo que apresurarme. Me llamo Norberto, tengo treinta años, soy; alto, delgado y de extrema pulcritud no es de extrañar que tenga una relación claustrofóbica con el tiempo llevo en la muñeca un reloj controlado por radio que es de una precisión extraordinaria. Una antena oculta en la correa recibe a diario actualización desde Francfort en el ángulo izquierdo de la pantalla aparece el número uno. Si se pierde la siguiente señal del día, el número cambia al dos y así sucesivamente. Esta exactitud hace de mí una persona muy inquieta. Cuando tengo que hablar con algún trabajador debemos alzar la voz para poder oírnos por encima del persistente tic tac. Si en el contador del reloj aparece el número dos empiezo a sudar y un temblor sacude todo mi cuerpo. Si el reloj pierde una señal, el número no aparece siento una autentica sensación de perdida.
Soy el director de la sección de relojería en un museo de la ciencia, tengo a su cuidado una espléndida colección de quinientos relojes. Que abarca desde antiguos relojes de sol y clepsidras hasta modernos relojes de cuarzo y relojes atómicos. No puedo olvidar aquella vez que pasó a tres y tuve que dejarlo en casa en, un cajón. Me estresaba saber que tenía un retraso, aunque fuese de un milisegundo. Un día decidí ser libre y aborde mi manía obsesiva de medir el tiempo en vez de inquietarme por los milisegundos perdidos, me compre un reloj de cuerda de los años setenta que suele tener unos cinco minutos de retraso. Así reacciono contra el exceso de precisión. Mi reloj de cuerda simboliza que he recuperado la libertad y la posición dominante en relación con el tiempo. Se que si no le doy cuerda a diario, se parara, de modo que soy yo quien tiene el control del tiempo.
©Carmen María Camacho Adarve
4 comentarios
carmen maría -
Abrazos
carmen maría -
Guissella -
Felicitaciones.
Lucila -
Saludos.