PROBLEMAS DE VECINDAD
Una noche de Enero, mientras María hablaba acaloradamente, con otra vecina sobre asuntos de vecindad. En unas ensoñaciones… Vi mi oportunidad para ejecutar mi siniestro plan.
El perro se alejo de María –su dueña- se acerco a mi y le di mi suculenta y mortal salchicha. El efecto del veneno fue rápido y eficaz, pues mi intención era que muriese sin el menor sufrimiento, aun así durante su agonía advertí mi gran error, pues en el fondo no era el pobre perro culpable de nada, sino su despreciable dueña… era demasiado tarde.
Ella lo sacaba al parquecito, detrás de las ventanas de mi palacete, existe un parquecillo adaptado para que el animal pueda hacer sus necesidades sin que sus olores lleguen; sin embargo la arpía no se molestaba para nada.
Después de llamarle la atención y pedirle educadamente que recogiera sus excrementos, y los depositara en su correspondiente papelera, así como que, la orina la hiciese en el lugar correspondiente el problema a pesar de mis advertencias se acentuó. La estupida me retiro el saludo a pesar que considero mi forma de proceder correcta sin embargo el efecto fue todo el contrario al deseado.
El perro seguía a sus anchas por el parque, meando en mi esquina y haciendo sus excrementos al lado de las ventanas.
Siendo yo la persona afectada por tal anticivismo, me puse en contacto con la autoridad local, la cuál se presento para constatar dichos hechos, mas la solución no era fácil pues por supuesto las pruebas aunque evidentes, no eran suficientes para probar el delito.
Así que ya sabemos lo que ocurrió posteriormente, María hizo sacar lo peor de mi, los olores del animal, las moscas su soberbia todo me hizo llegar a tal punto de desesperación para mi macabro plan.
Ella también llamo a las autoridades y denuncio tal hecho mas no le dieron ninguna solución.
Desde entonces, ella adquirió un perro nuevo el cuál recoge su mierda y no se mea en la esquina, por cierto goza de una salud encomiable. Aún recuerdo con pena aquel capitulo de Enero, viejos tiempos, agua pasada. Y en noches así de frías me digo a mi mismo ¿será la reencarnación del otro can trágicamente desaparecido? Las mascotas ya no son como las de antes.
(Cuentos del Marques de Posadas Ricas)
© Carmen María Camacho Adarve
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