La estrella perdida
Todo sucede por última vez y la poeta aquella noche, en el cuarto del hospital sin nombre, con su amiga Ana, hablaban de los escritores sobre todo de los nórdicos, los cuentos navideños -le decía- tienen un halo de frío, sus personajes, a saber, solitarios, avaros, ruines, niños atrapados en los cuentos, dramas, conflictos, vodeviles, amores, abandonos, y la nieve, siempre una gran nevada sepulta las puertas y cubre los cristales de las ventana de escarcha Y la música es una melodía feliz y continua, como lo es papa Noel con ropas de crudo invierno, repartiendo, a pesar de la adversa climatología los regalos, las gentes cantan a los lugares donde se produjo el nacimiento del Niño Jesús, las calles estallan en luces y de las ramas desgajadas de los pinos brillan intermitencias de bombillitas de colores, en casi todos los hogares, se buscan regalos en todo tipo de tiendas. Y se sirven manjares, dulces, espumosos, para una cena copiosa y especial, se canta a la soledad de la noche y es el silencio la señal de la noche, cuando en verdad el veinte y cuatro de diciembre la algarabía es mayúscula desde el burbujear de una copa de cava. Y el imaginario de los escritores se torna blanco esa noche, nunca nos han contado los escritores ni los poetas el momento exacto de la desaparición de la magia ni cuando se volatiliza la bondad navideña y la reaparición del comportamiento equivocado, la vieja literatura navideña –continuaba- la poeta es imperecedera y reaparece para demostrarnos como el corazón humano llega a sentir compasión y solidaridad. Los mas pequeños alcanzan sueños momentáneos recuperan el cariño perdido y se calientan al fuego de la chimenea, en el invierno que comienza por la navidad, no nos han dicho los magos de la literatura cuanto se alarga el milagro. Quien se acuerda de los niños que pegan su aliento frío y húmedo contra los ventanales de las casas opulentas y de los grandes almacenes ¿Y la soledad? ¿Cuánto dura la mano extendida? cuanto los corazones abiertos, al parecer al difuminarse la figura regordeta de papa Noel…apenas queda el recuerdo de los abrazos sobre la blancura de otras nieves y el calor en finas hebras que desaparece al ser cubiertos por la escarcha, se cubrió la navidad de nieve que se derrite con prontitud indeseable en el exterior del hospital sin nombre. Y los deshechos vuelven a la basura para los pobres, las puertas siguen cerradas para los mismos aspirantes, la intransigencia retoma los espacios tan corto tiempo abiertos, la navidad es un artificio que solo esta al final de los calendarios con nostalgia e intranquilidad del paso del tiempo, sobre las tierras del norte se extiende la dejadez de la condición humana dejadez para los que leemos los cuentos y escuchamos la música de la navidades blancas, hasta sin nieve tenemos la misma volatilidad y la sensación de dicha corta. Y la navidad se queda pequeña, un estrecho margen de tiempo preñado de luces que habrá que retirar, de regalos que se gastaran, de colores que languidecerán, y humanidad guardad en los desvanes; blancura, campanas, promesas, regresos, risas…un ángel entro silencioso hasta el pasillo del hospital sin nombre para escuchar un deseo pedido con ilusión. Y afuera el invierno en benigno y la nieve dulce, los milagros crecen en los nudos de los pinos, la música retorna, la navidad esta asociada, al frío, el invierno es el que produce los espacios mágicos, la ropa de abrigo conduce al ablandamiento de los corazones duros y a la apertura de las puertas cerradas. Y no abría navidad posible sin intemperancias, mientras mas fuertes sean las tormentas y mas alta la capa de nieve, mas compartidas serán las cenas, la navidad de la nieve tiene los días contados como los moribundos y los desahuciados. Y la navidad momento inesperado, instante perseguido, aunque tu no lo quieras Ana, ¿y la soledad? que sucede con las personas que se esconden de las luces, de las compras, de los villancicos, de papa Noel. Ana, nosotras somos parte de un grupo silencioso de proporciones desconocidas que sufre la navidad ¿somos protectoras de la estrella perdida?, no al hospital sin nombre, no llegan perfumes caros, ni volvemos a casa por navidad. Y la ciudad que nos queda fuera de este, hospital sin nombre, la Navidad de los pobres y los solitarios, debe ser como inhóspito planeta donde los árboles mutilados de las avenidas son portadores de infinidad de luces azules desconcertantes. No se acuerdan de la poeta, ni de los que comparten los espacios cerrados en el hospital sin nombre Y hubo otra navidad que la poeta caminaba por las calles mirando el suelo con el alma y el corazón tiritando de frío.
©Carmen María Camacho Adarve
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