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TEMAS BLOG OFICIAL DE LA POETA Y ESCRITORA andaluza Carmen Camacho ©2017

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LAS ENSEÑANZAS DEL DIOS DE LA LLUVIA

LAS ENSEÑANZAS DEL DIOS DE LA LLUVIA

       

      

 

 

Un día, hace muchos años, el elefante dijo al Dios de la Lluvia:

 

- Debe usted estar muy satisfecho, porque se las arregló para cubrir toda la tierra de verde; ¿pero qué pasaría si arranco toda la hierba, todos los árboles y los arbustos? No quedará nada verde. ¿Qué haría usted en ese caso?

 

El Dios de la Lluvia le contestó:

 

- Si dejara de enviar la lluvia, no crecerían más plantas y no tendrías nada para comer. ¿Qué sucedería entonces?

 

Pero el elefante quería desafiarlo y comenzó a arrancar todos los árboles, los arbustos y la hierba con su trompa, para destruir todo lo verde de la tierra.

 

Así pues, el Dios de la Lluvia, ofendido, hizo que cesara la lluvia y los desiertos se extendieron por todas partes.

 

El elefante se moría de sed; intentó cavar por donde pasaban los ríos, pero no pudo encontrar una gota de agua.

 

Al final alabó al Dios de la Lluvia:

 

- Señor, me he portado mal. Fui arrogante y me arrepiento. Por favor, olvídelo y deje que vuelva la lluvia.

Pero el Dios de la Lluvia continuaba en silencio.

 

Pasaban los días y cada día era más seco que el anterior.

 

El elefante envió al gallo en su lugar para que alabara al Dios de la Lluvia.

 

El gallo lo buscó por todas partes, al final lo encontró escondido en una nube. Le dijo quién era y lo alabó por la lluvia con tanta elocuencia que el Dios de la Lluvia decidió enviar un poco de lluvia.

 

La lluvia cayó tal como el Dios de la Lluvia le había prometido al gallo y se formó un pequeño charco cerca de donde vivía el elefante.

 

Ese día, el elefante fue al bosque a comer y dejó a la tortuga encargada de proteger el charco con estas palabras:

 

- Tortuga, si alguien viene aquí a beber, les dirás que éste es mi charco personal y que nadie puede beber de aquí.

 

Cuando el elefante se fue, muchos animales sedientos vinieron al charco, pero la tortuga no les dejó beber diciendo:

 

- Este Agua pertenece a su majestad el elefante; no pueden beberla.

 

Pero cuando llegó el león, no le impresionaron las palabras de la tortuga. La miró, le dijo que se fuera y bebió agua hasta calmar su sed. Se fue sin decir palabra.

 

Cuando el elefante volvió quedaba muy poca agua en el charco. La tortuga intentó defenderse:

 

- Señor, soy apenas un animalito y los otros animales no me respetan. Vino el león, y yo me aparté. ¿Qué podía hacer? Después de eso, todos los animales bebieron libremente.

 

El elefante, furioso, levantó la pata sobre la tortuga con la intención de aplastarla. Afortunadamente, la tortuga es muy fuerte y pudo arreglárselas para sobrevivir. Pero desde entonces la tortuga tiene su parte inferior plana.

 

De pronto todos los animales oyeron la voz del Dios de la Lluvia que les decía:

 

- No hagan como el elefante. No desafíen a los más fuertes, no destruyan lo que puedan necesitar en el futuro, no pidan a los débiles que defiendan su propiedad y no castiguen al criado inocente. Pero, sobre todo, no sean arrogantes y no intenten apropiarse de todo; permitan que los necesitados compartan su fortuna.

 

Origen Geográfico Kenia

Grupo étnico  Masai

 

 

LA CAJA DE PANDORA

LA CAJA DE PANDORA

 

Prometeo, el titán creador de la humanidad, regaló secretamente a los mortales el fuego que había robado del olimpo, y les enseño los conocimientos que había recibido de Atenea. Al enterarse Zeus, el dios supremo, se enfureció

Y lo encadenó a una columna  e hizo que un buitre le comiera las entrañas durante el día, para que se regeneraran por la noche y así sufriera sin descanso. Después Zeus ordenó a su hijo Hefesto, dios del fuego, que creara a la mujer más hermosa  posible. Hefesto obedeció y dio vida a Pandora. Zeus  envió a Pandora a la tierra para que regalara a Prometeo una bella caja en la que él había guardado las enfermedades, la envidia, el odio, la locura,  los vicios y demás males de la humanidad. Zeus ofuscado por la furia en un descuido introdujo en la caja la esperanza. Prometeo sospechando lo peor de Zeus, no aceptó la caja y rogó a Pandora que nunca la abriese. Pandora no pudo resistir la tentación y un día la destapó. De inmediato salieron de la caja todos los males, pero también escapó la esperanza, y desde entonces amparó a los mortales

                                                 

 

                                

 

El cazador de fragancias

El cazador de fragancias

 

 

 

 

Leyenda de San Miguelito  Tungurahua /Ecuador/ 
 

  Cuentan que; Don Juan Tenorio había llorado sobre la tumba de Doña Inés.  Al final, acaso, había entendido que el Amor era una expiación.  Por eso, en la escena del teatro se develaba una estatua.  En medio de las sombras Doña Inés sale de su tumba y exclama: “Don Juan mi mano asegura/esta mano que a la altura/tendió tu contrito afán/y Dios perdona a Don Juan/al pie de la sepultura”.  Y  el relato de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, cruzó el mar desde España, el actor llegó tan maltrecho que se lo confundió con cualquier personaje entregado a los lances amorosos.   Había una diferencia: los donjuanes de América no sufrían por amor.  Sin embargo el personaje se había convertido en sinónimo de buscador de aventuras amatorias y por eso no fue casual que en San Miguelito, en Tungurahua, el cazador de fragancias del pueblo es  conocido como Don Tenorio, olvidándose el de Juan, porque hasta el nombre no había podido desembarcar de España.  Este mozuelo llevaba una máxima: la empresa amatoria más ardua lo catapultaría a ser la admiración de todas las muchachas del pueblo.  Por este motivo eligió a una hija de Maria, como se conocía a las doncellas que estaban con la profesión de beatas en el cuello.  La joven llegaba temprano a la iglesia envuelta en una chalina negra y su cara cubierta de un velo casi imperceptible, aunque se podía intuir su cabellera larga.  Don Tenorio la esperó con paciencia.  Sabía que no hay diligencia mejor que la realizada con cautela.  La damisela declinó, al inició, la invitación pero ante los ruegos aceptó encontrarse en las primeras sombras de la tarde.  Los jóvenes parecieron entenderse con las miradas.  La mujer lo condujo hasta una casa apartada.  Al cerrar la puerta una habitación mínima se develó ante la insistencia de un escaso fuego producido por siete velas.  Las siluetas se proyectaron en las paredes ásperas con olor a tierra.  Las sombras parecían disiparse y cuando Don Tenorio se acercó el leve resplandor se consumió.  Las palabras se quedaron flotando en el aire.  El joven llamó tiernamente a su futura amada pero no obtuvo respuesta.  Después a tientas intentó localizar una cerilla pero fue inútil.  Palpó la pared y tampoco encontró la salida.  Fue allí que comenzaron los fatigosos gritos envueltos en un eco bronco, en medio de una estancia oscura.  Su cuerpo cayó al suelo sólo para comprobar que la tierra era más húmeda que antes.  Para el tercer día Don Tenorio tenia la garganta lacerada y sus leves quejidos eran cada vez más distantes.  Pero no dio tregua y siguió gritando mientras sus manos arañaban la pared, con rastros de sangre.  Ese día el sepulturero del pueblo llegó más temprano y escucho unas voces que salían de una tumba.  Antes de que el aliento se le terminara llego hasta la casa del teniente político con la inesperada noticia y la cara desencajada como un pájaro de mal agüero.  Cuando los dos hombres se dirigieron al cementerio ya les acompañaba una muchedumbre ansiosa por escuchar las voces que del Campo Santo salían.  El panteonero, junto con algunos vecinos, cavó rápidamente la fosa y en medio de terrones negruzcos apareció la cabeza de Don Tenorio, con los ojos lastimados por la luz.  Fue sacado al vilo y antes que pudiera decir nada se arrodilló delante de medio pueblo y pidió perdón por su único delito: burlador de mujeres.  Los viejos de San Miguelito aun no se ponen de acuerdo en las versiones del hecho.  Hay quienes aseguran que Don Tenorio entró en un convento; otros dicen que un alma del otro mundo se enamoró del mozuelo.  Más, en los textos de Zorrilla se puede encontrar una alegoría de lo sucedido en San Miguelito y es cuando la sombra de Doña Inés exclama:

 

“Más tengo mi purgatorio
en este mármol mortuorio
que labraron para mí.
Yo a Dios mi alma ofrecí
en precio de tu alma impura
y Dios, al ver la ternura
conque te amaba mi afán
espera a Don Juan
en tu misma sepultura”.

©Carmen María Camacho Adarve

 

 

¡QUE SALE LA FANTASMA DE ALCAUDETE!

¡QUE SALE LA FANTASMA DE ALCAUDETE!

El pueblo estaba cohibido y amordazado por la aprensión y el recelo.  La noticia había corrido de boca en boca y de casa en casa:  ...algunas noches se aparece la fantasma poeta en Alcaudete.  Es curioso que se dijera fantasma y no fantasma como debiera ser; aparte de ser una corrupción del vocablo, parece que lo de pantasma tenía más enjundia y más peso que la anecdótica palabra fantasma; y es que lo pantasma, entre el pueblo, era algo real a lo que podría temerse, mientras que lo fantasmal era puramente imaginario y cosa de cuentos.  Y no andaba muy descaminado el pueblo en aquella ocasión.  Dijeron que quien la vio primero fue Nicolás el de la Ventilla, una noche que regresaba a su casa, entre la plaza y los arrabales.  Y decía que la fantasma rapsoda echó a correr tras él cuando quiso plantarle cara, asegurando que salió por piernas a más de cincuenta por hora, no quedando tranquilo hasta perderla de vista.  Después fue un matrimonio, los Coiaches, que iban a acostarse cuando volvían a casa desde el velatorio de la recién fallecida Julia la Gorriota.  Y contaban que anduvieron aprisa hasta su casa porque la aparición iba siguiéndoles los talones.  En otras noches, algunos vecinos, por aquí y por allá, en diversos puntos y calles, aseguraron que vieron algo blanco y alto que se movía faldoneando en el aire sus ensabanados vestiduras.  Pero nadie oyó ni una voz, ni un grito, ni apenas un respiro de aquella figuración; ni nadie acertaba a ver el motivo de aquella aparición.  Desde luego, aquello iba a tambor callao y por algo sería.  Sin embargo, la cosa no era nada nueva.  Si no todos los años, con alguna frecuencia había sucedido otro tanto en el pueblo, y jamás se supo quién podría ser o qué sería lo que cubría aquel trampantojo blanco y altísimo, como aseguraban las gentes.  Así, sin más trascendencia que lo puramente anecdótico, habían salido y desaparecido las fantasmas poetas de otros tiempos.  Pero lo de entonces ya pasaba de la raya chistosa.  Y aquello, según el vecindario y las autoridades, no podía continuar.  Un día se reunieron las fuerzas vivas del pueblo de Alcaudete, presididas por el Alcalde, para ver de solucionar el asunto, fuese como fuese...

 

En el café de Chicharras se juntaron una noche el Alcalde, el sereno y cinco mozarrones fornidos y atrevidos, para acordar el plan de descubierta y ataque contra la recalcitrante fantasmona.  Y se acordó que la cuadrilla de mozos se encargarían de resolver el problema, en la forma que, cuando se presentase la ocasión, vieran más viable y rápida.  A la noche siguiente, después de echar un trago para matar el gusanillo y el temorcillo que les embargaba, se dedicaron los mozos a la más estrecha vigilancia en la oscuridad y en el silencio.  Allá sobre la media noche, el doblar la esquina del tío Rojo.  Vieron los mozos una grandísima figura como el otro día declaró el Pretonil y echaron a correr tras ella.  Pero cuando se vio acorralada en el callejón de los Jaraices, apeló a lo que nadie se podía figurar:  sacando un pistolon empezó a disparar, con lo que los mozos se detuvieron y escondieron, dando lugar a que la pantasma poeta escalera las bardas del corral más somero y cercano, desapareciendo enseguida.  Y allí terminó la valentía de los mozos, quienes renunciaron al encargo y no quisieron salir otra noche.

 

Ante tal situación.  Solamente una persona se brindó para terminar con aquello.  El sereno, el tío Mata, quien, como ya había visto otras fantasmas poetas, y como también había observado los derroteros más o menos fijos de la actual aparición, opinó que lo mejor sería atrocinarse contra ella sin darle tiempo ni a correr ni a sacar arma alguna.  Aseguró que terminaría con la pesadilla que tenía algo atemorizada a la población.  Además, el tío Mata, que a veces tuvo que desperdigar el mocerío cuando iba de barrabasadas, y que no estaba muy bien visto por la mayor porte de los mozos porque no toleraba a altas horas de la noche otra ley que la ley que representaba como vigilante, quiso en aquella ocasión reivindicar su hombría y su lealtad y eficacia en el cumplimiento del deber.  Por eso no vaciló en ofrecer sus servicios sin temor a las consecuencias; extremos que aceptó la Alcaldía, sin dejar que la noticia se extendiera por el pueblo, pues no había duda de que la desaprensiva aparecida era alguien del mismo Alcaudete y que seguramente perseguía alguna finalidad no muy limpia, honrada o decente:  así el pacto quedó secretamente entre el Alcalde y el sereno.

 

Pasaron algunos días sin que la aparición diera señales de vida.  Ya parecía que aquello se había solucionado cuando lo de la ronda de mozos y los subsiguientes disparos, y las gentes creyeron que, hasta alguno o algunos años, se verían libres de tales apariciones fantasmales.  Pero el tío Mata seguía vigilando, pues no se fiaba de que el asunto hubiera terminado así como así.  Hemos de decir que el tío Mata, que era considerado en el pueblo como un tanto retrasado mental y poco comunicativo, cumplía su oficio de sereno o vigilante nocturno desde hacía bastantes años; y lo hacía a su manera, pero con un celo y una dedicación tales, que jamás se le cogió en falta.  Atendía a todo y a todos, avisaba a quien le encargaba hacerlo cuando tenía que madrugar; era como el guarda jurado que por la noche se encarga de bienes, haciendas y personas.  Empezaba su tarea a las once - hora solar -, pues en aquellos tiempos la gente dormía a pierna suelta a esa hora, y, con una voz un poco destemplada cantaba la hora y advertía del tiempo que hacía:  ¡Ave María Purisma!  ¡Las doce..., sereno...! y era como un reloj repitiendo de hora en hora la misma cantata.  Iba provisto simplemente de un chuzo o especie de lanza, y de un reloj:  esas eran sus únicas armas para medir el tiempo y para defenderse en caso de peligro; una especie de tabardo le cubría el cuerpo y una bufanda hacía de esclavina y de tapabocas; calzado con unas simples alborgas en verano y unos borceguíes en invierno, recorría Alcaudete de cabo a rabo varios veces en la noche, lo mismo si estaba raso que si llovía a cántaros.

 

Pero en la ocasión que nos ocupa, y para que la pantasma no supiera por dónde andaba, el tío Mata, con permiso de la autoridad, omitió la cantata del “Ave María Purisma...”, y se dedico en exclusiva a otear, husmear, huronear y olisquiar por donde podría aparecer la ensabanada personaje, si es que aparecía.  Y ya desesperaba el bueno del tío Mata, por un lado, y se alegraba por otro, de que no apareciera, cuando cierta noche, hacia mediados de abril, le pareció ver algo sospechoso que cruzaba por el patio y tunelillo del tío Millán y, cruzando la plaza de los Olmos, se encaminaba hacia la Picota.  Siguió como pudo las zancadas enormes del fantasma y, al llegar a la plaza de la Iglesia, vio que aquello había desaparecido como por encanto.  Y dándole vueltas a la cabeza del cómo y por dónde se había esfumado, deambulando toda la noche de aquí para allá, llegó el alba y amaneció sin dar el tío Mata en el misterio; así que se fue a dormir.  Pero durmió poco, pensando y dando vueltas en el camastro hasta que le rindió el sueño:  se tranquilizó en espera de la noche siguiente... u otras sucesivas.

 

A mediodía, en que se levantó el buen hombre, después de comer el puchero que le había preparado su mujer, afiló el chuzo concienzudamente, puso en hora y dio cuerda al reloj y se fue a dar un vistazo por donde había terminado su aventura de la noche anterior.  Por allí había dos callejones sin salida:  el del tío Cabrera y el del tío Beato, y en cada uno un portón de dos hojas dando entrada a un corral, cuyas tapias también eran fácilmente escalables.  Con ello dio en pensar que por uno u otro callejón se había esfumado la famosa rapsoda pantasma, y tomó sus previsiones y precauciones para la noche.  Estaba claro que a la ensabanada no se le podía seguir y perseguir; había que cazarla a la espera, como cuando se hace una emboscada.  Tarde o temprano caería en el garlito.  Y llegó la hora en que, durmiendo todo el pueblo, velaba y vigilaba el tío Mata, pero a pie parao, en un rincón del callejón del tío Beato, que, a su juicio, parecía ser el lugar en que desapareció el figurón de marras.  Se conoce que aquel personaje era muy listo y se olía algo; por lo que el tío Mata, casi sin respirar, como una estatua inerte, pero cansado ya de tanto esperar se disponía a abandonar el escondrijo, cuando oyó o presintió como cautelosos pasos a la entrada del callejón.  Al momento se dio cuenta de que la pantasma estaba allí, y, ni corto ni perezoso, le dio el alto arrojándose al mismo tiempo, chuzo en ristre, contra aquel estafermo que medía sobre unos dos metros.  Pero debería ser fuerte y ligero el personaje, pues abandonando media sábana en las manos del tío Mata, echó a correr y saltó las bardas de la corraliza en un santiamén, no sin haber dejado la otra media vestimenta clavada en la tapia por obra y gracia del lanzazo que le asestó el sereno; sábana que, como una bandera enristrada por el chuzo, quedó ondeando en el aire mañanero, ante la desesperación del pobre vigilante que, habiendo tenido casi en sus manos a la pantasma, había visto cómo y por dónde desapareció sin dar ya, durante toda la noche, con la misteriosa encapuchada. Y es que los corrales de entonces se sucedían detrás de las casas en continuos y limítrofes espacios tapiados, por lo que era fácil ir saltando de uno a otro hasta desaparecer por las afueras del pueblo.

 

Algo debió razonar el personaje en cuestión, pues el caso fue que, desde entonces, ya no apareció por varios años la poeta pantasma por al pueblo.  Después hubo otras ocasiones, pero muy espaciadas, cortas y sin ninguna trascendencia...  Pasó mucho tiempo.  Y al fin se aclaró la cosa de aquel misterioso personaje.  Y fue por él mismo, en su lecho de muerte; quiso decirlo en descargo de su conciencia y con el permiso de su marido.  La tía Malena, que había sido en vida rápida como una liebre y ágil como una gacela, había ideado la aventura:  era casada, y tenía amores secretos con un viudillo de buen ver y de mejor tocar.  Cuando quería ir de picos pardos y echar la correspondiente cana al aire, casi semanalmente, se marchaba de casa diciendo que iba a hacer noche para recitar sus ripios y coplillas, en la huerta, en la era, en tal o cuál aldea, según la temporada, pues su oficio de rapsoda de campo así lo requería.  Pero el caso es que iba a ver al Rosauro, el viudo, y se le ocurrió aquella añagaza para que no le molestara nadie ni descubrieran su adulterio.  Y lo descubrió porque quiso.  A los dos años murió su legal marido; y, al quedar viuda, como ya no había nada que ocultar, se casaron:  boda que, como era natural entonces, fue amenizada por las coplas y ripios correspondientes y acostumbrada cencerrada.  Así que al transcurrir varios años más, y viendo la tía  Malena que se moría, de común acuerdo con el Rosauro, descubrió el pastel y se quedó tan fresca, en espera de otro misterio más importante y trascendental: la muerte.  Como así sucedió a los pocos días.  Hay que significar que en alguna otra ocasión la famosa pantasma aparecía y desaparecía, bien en broma o bien en serio, por las callejas del pueblo, arrimándose a las esquinas, unas veces en silencio y otras con silbidos y gritos, ayes y maldiciones, pero ninguna fue tan famosa como la que nos ocupó el relato anterior.

 

Los motivos, no los sé.  Quizás serían, poco más o menos y variados, que los de la pantasma rapsoda que estuvo en un tris de perder la vida por causa del lanzazo del tío Mata, que si hubiera atinado en carne y hueso, habría finalizado en fatalidad y sangre.  Cosa que se lo tenía merecida la tía Malena de Alcaudete por su estrafalaria invención fantasmal en busca de lo prohibido.

©Carmen María Camacho Adarve

 

El abuelo

El abuelo

Hace muchos años, muchos años, entre el Puente de la Sierra y junto a Puerto Alto.  Cierto día pasó por allí un anciano, cansado de un largo viaje, derrengados los pies de tanto caminar, se acercó hasta una blanca casería cercana a esta ciudad, conocida como Casería de Jesús, y encontró en la puerta de la misma a un labrador, al que pidió asilo para descansar esa noche del largo viaje que estaba realizando.

Lo acogió generoso el labrador, que ofreció al anciano viajero todo aquello que a su alcance tenía.  El caminante, al acercarse a la entrada de la casería, fijó su vista en un leño de grandes proporciones.

Comentó al hombre de la casería que él, con ese madero, sería capaz de hacer una hermosa talla de Jesús en un solo día.  Solo necesitaba para realizar la escultura que le dejaran trabajar tranquilo en alguna habitación solitaria de la casa.

El labrador, ilusionado por la idea, rápidamente le ofreció el tronco para que hiciera con él lo que decía.  Le agradó al buen hombre la posibilidad de convertir en talla un madero que no le era de utilidad.  Le aseguró además, que de ser cierto lo que decía, sabría agradecer su trabajo.

Dispuso entonces el labrador que se trasladase el enorme tronco a una cámara pequeña y angosta de la casería, le entró una cuartilla de vino y una cesta de nueces, el anciano le dio las gracias y con el leño quedó encerrado el anciano viajero.

  Al poco rato los dueños del cortijo comenzaron a escuchar golpes pensaron que seria el anciano partiendo las nueces y –dijeron- entre si:  “con las nueces y el vino este hombre mañana amanecerá borracho.

Allí pasó el abuelo toda la noche.  Ni un solo ruido, se volvió a escuchar ni perturbó la tranquilidad de los campos cubiertos por la oscuridad.  Pasó también toda la mañana siguiente, sin que se escuchara el más mínimo sonido procedente de aquella habitación de la casa.

Preocupados los habitantes del cortijo, por el tiempo pasado sin acusar ruido alguno, y temerosos de que algo le hubiera ocurrido al extraño viajero, decidieron subir a averiguar la causa del sospechoso silencio.

Subieron sigilosos, comprobando de nuevo que realmente no se oía absolutamente nada, pues no querían interrumpir el trabajo del escultor.  Se decidieron por fin a abrir la puerta de la pequeña habitación y sobrecogidos por el asombro y el temor, descubrieron que en el lugar donde esperaban encontrar al anciano viajero y el tronco que iba a tallar, sólo se hallaba la escultura más hermosa que jamás habían visto.  Era el primer milagro de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

 

Es la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, actualmente ubicado en la Catedral de Jaén, una de las más veneradas de la ciudad.  Larguísimas son las filas de miles de nazarenos, que en la madrugada del Viernes Santo, siguen a Jesús en el camino hacia el Calvario.

Hermosa estampa de la Semana Santa andaluza y jiennense son las de esta procesión, que tiene como uno de los más bellos y emocionantes momentos la salida de Jesús por las puertas de la Catedral, instante en el que las luces de la plaza de Santa María desaparecen, para dar paso al Abuelo iluminado en una de las estampas más esplendorosas de su extenso itinerario.

Es la única imagen de la ciudad que cuenta con la dignidad de Hijo Predilecto, y cuelga de sus manos una gran llave, copia de la que daba acceso a un hospital, en el que entrando la imagen de Ntro.  Padre Jesús, se cortó milagrosamente un gran brote de peste que asolaba la ciudad en el siglo XVII.

Si bien de esta imagen se desconoce el autor, creen los expertos en la materia que es obra del escultor Sebastián de Solís, por las similitudes que tiene la cabeza de Jesús con la del Calvario de San Juan, además de la coincidencia de fechas, ya que la talla de Ntro.  Padre Jesús Nazareno es de finales del siglo XVI o principios del XVII, fecha que coincide con la época de Sebastián de Solís.

 

©Carmen María Camacho Adarve

 

El fraile de San Onofre

El fraile de San Onofre

El fraile de San Onofre

En la iglesia de San Onofre. Un fraile oraba en
La Capilla. ¿Cómo describir el aire que se respira? ¿Qué color tiene el agua que se saca del manantial? Es el acto más humano que hay y, por eso, es algo sencillo, transparente, raíz de todo lo demás. Por esto cuando un clérigo al que no conocía entró en la iglesia, llegó hasta a la sacristía y salió de ella vestido para dar misa se acercó  hasta el altar,   y murmuró algún rezo secreto tras lo cual se marcho con mucho recogimiento. El fraile que hacia oración, no le prestó mayor atención al no apreciar nada de extraordinario.


Al día siguiente, a la misma hora, volvió a entrar la capilla mismo clérigo y actúo del mismo modo, tras lo cual desapareció, este hecho repetido  dejo al fraile muy sorprendido. Lo mismo aconteció el tercer día, y el fraile decidió comunicárselo al Prior, el cual le contestó diciéndole que la próxima vez que ocurriese, se prestase al clérigo para ayudarle a celebrar la misa. Pasaron muchos días y nada sucedió.

Hasta un dos de noviembre, en la noche de los difuntos, que volvió a aparecer el clérigo, nuestro hermano se ofreció para ayudarle a cantar la misa, cumpliendo la regla de obediencia como el Prior le había ordenado.

Cuando acabaron la celebración, el clérigo se acercó al fraile y le dijo: - Hermano, soy un fraile lego de tu convento, fallecí hace años -dijo- y estoy en el purgatorio por no cumplir en vida con mi obligación de decir misa de difuntos, pero gracias a ti, ya he purgado mi pecado y podré entrar al cielo.

Y Fray Bernandino nunca mas volvió a ver el fantasma de su hermano lego.

Noviembre del 1659 año del Señor.

Las Castañas

Las Castañas

 

El día de difuntos salió muy de mañana a misa una linda beata, que la noche anterior, según es costumbre en la noche de Todos los Santos, se había regalado, comiendo puches con miel y muchas castañas cocidas.

Como era muy temprano y apenas clareaba el día, la calle por donde iba la beata estaba muy sola. Así es que ella, sin reprimirse, con el más libre desahogo y hasta con cierta delectación, lanzaba suspiros traidores y retumbantes, y cada vez que lanzaba uno, decía sonriendo:

-¡Toma castañas!

Proseguía caminando, soltaba otros suspiros y exclamaba siempre:

-¡Las castañas! ¡Las castañas!

Un caballero, muy prendado de la beata, solía seguirla, hacerse el encontradizo, oír misa donde y cuando ella la oía, y hasta darle agua bendita al entrar en la iglesia, para tener el gusto de tocar sus dedos.

Iba aquel día el caballero tan silencioso y con pasos tan tácitos detrás de la beata, que ella no le vio ni sospechó que viniese detrás, hasta que volvió la cara, poco antes de entrar en el templo.

-¿Hace mucho tiempo que viene usted detrás de mí? -dijo muy sonrojada la linda beata.

Y contestó el caballero:

-Señora, desde la primera castaña.

Piedra

Piedra  

LA PIEDRA NEGRA

 

 El hombre camina por la calle que sube hasta el cerro.  A lo lejos una mujer muy joven y hermosa.  ÉL camina con paso rápido hasta alcanzarla.  Se sorprende gratamente del saludo cariñoso de la muchacha y la frescura de su juventud la protege con un aura de virginidad tabú.  Él no puede evitar mirar sus piernas al descubierto bronceadas con exquisitos matices dorados.  Ella viste un pantalón corto diminuto de color tierra y una camiseta blanca de algodón que transluce juveniles pezones con esa aurora erótica de la adolescencia en la tez blanca.

 

 -Buen hombre, ¿tendría usted la amabilidad de acompañarme hasta la "Piedra negra"  Es que me parece una buena persona y no me gusta andar sola, es mas usted habrá oído la leyenda de <la bruja Zaina y la piedra negra>

 

-Por supuesto muchachita que se esa vieja historia de la hechicera encantada con mucho gusto te acompañare.

 

-La muchacha camina delante del hombre.  El no le quita la vista de encima andado tras ella.  Ninguno de las dos hablaba son dos personas que se acaban de conocer.  Esto le permite a él dejar volar su imaginación erótica ante tan suculento bocado.

  Siguen caminando y por fin llegan a los riscos que anteceden a la piedra negra es inútil tratar de narrar la lucha interna de el hombre, su virilidad, los principios morales, firmemente arraigados desde crío.

 Empiezan a escalar, hermosa, fresca y rosada ella.  Él debatiéndose Después llegan a un (un claro) en el bosquecillo que precede a la "piedra"...

 

Y ahora sí, su sorpresa es mayúscula porque sin mediar palabra ella se desnuda -como puedes ver quiero copular contigo-, antes debes saber que solo puedo con lobos, tengo que convertirte en ese animal, lo puedo hacer si tu das tu consentimiento y expresamente dices < ahora puedes transformarme en un lobo>

¿Estas de acuerdo?

 

La contemplación de semejante pozo sagrado había obnubilado cualquier trazo de racionalidad en Alberto.  En instantes estaba enunciando “puedes transformarme en lobo”.

 

La escena que sigue es difícil de narrar.  Un lobo hermoso montando una bella joven.  Animalidad, éxtasis entorno de magia y exuberancia.  La bella y la bestia...

 

-Buenas tardes señora, somos amigos de Alberto y desde el domingo no le vemos sabemos que él había salido por estos parajes, ¿lo ha vito?

 

-Disculpen ustedes pero el domingo yo vi a un hombre con esa muchacha ¿como se llama...? ah sí...  Noelia ¿ustedes la conocen, no?

 

-No nunca hemos oído hablar de ella"

 

-Es es lo único que les puedo decir al respecto.

 

-Muchas gracias señora.  Adiós.

 

-No te pareció raro el perro de esa anciana, parecía un lobo, más que su fiereza era como si quisiera decirnos algo.

 

-Sí, es cierto ¿Qué raro no crees?

 

  

   

La encantada

La   encantada La  Encantada

 

 Una noche de Difuntos en un  bosque de pinos, junto al  pueblecito,  de Segura de la Sierra (Jaén). Sus habitantes  encendieron una luminaria para salvar a las ánimas del purgatorio. Pasaron toda la noche de Difuntos rezando: por sus familiares, amigos, y vecinos fallecidos.

 

Alrededor del fuego cenaban según la tradición; higos secos, tortas de manteca, y gachas de harina dulce.

 

Ya de madrugada Antonia y Juan -un matrimonio- cansado de rezar comenzaron a charlar sobre, duendes, brujas, aparecidas, y encantadas.

 

-El marido dijo a la mujer, - me gustaría mucho encontrarme con algún duende- que nos trajese la suerte y nos retirara de pobres, a pesar del recelo y el miedo que Juan tenía a las cosas sobrenaturales.

 

Antonia lo tranquilizo, ya que las madrugadas de Ánimas, -le contó- es cuando surgen las apariciones de encantadas.  Ella le puso como ejemplo la historia de un antiguo vecino del pueblo.  Aquel hombre fue caminando hasta la era del Coso, con uno de los bolsillos, de su pantalón de pana, lleno de higos secos.  Después de aquella noche el campesino se marchó a vivir a Trujala.  Donde tuvo tierras buenas, fértiles, y ganado abundante.  La mujer lo animo para que fuese a la era.

 

-¡Anda Juan no temas¡ nada vas a perder por ir allí, además nunca he oído que las encantadas hallan hecho el mal  a ninguna persona.

 

Antes de amanecer, Juan salió de su casa, cuando llegó hasta la era, la recorrió con nerviosismo y dando zancadas.  De repente apareció ante el una figura vestida con una túnica blanca y vaporosa.

 

-No tengas miedo de mí, -dijo- ¿traes los higos? (le pregunto).

 

Juan lleno de emoción, vació su bolsillo depositando en las manos que la figura encatada le extendía todos los higos.

 

Los higos, empezaron a caer al suelo convertidos en monedas de oro, el hombre se agachó para recogerlas.  Y al ponerse de pie alzo la vista.

 

-Pero solo pudo alcanzar a ver una tenue silueta blanca que se desvaneció ante el.

 

 

 

Ciprés

Ciprés EL CIPRÉS

LA HIGUERA
Y
EL OLMO

Os voy a contar una leyenda; dicen que es peligroso, tumbarse bajo algunos árboles uno de ellos es el ciprés.

-Ya se, que los cipreses parecen solidos y además muy serios que nada en ellos denota peligro aparente.

Realmente sentarse bajo el ciprés si se puede. Da una buena sombra fría como el agua limpia de un manantial... pero claro te tienta a dormir.

Y jamás, se debe uno dormir a la sombra de un ciprés.

-¿Que por qué?. Porque dicen que si te duermes. Despiertas cambiado.

Los cipreses negros son los mas peligrosos. Mientras duermes, sus raíces se van metiendo en tus sesos y se los llevan. Cuando despiertas estas loco.

No sólo es el ciprés, también, la higuera, y el olmo.

Entre los tres árboles hay una sutil diferencia. El ciprés roba la inteligencia. Por eso procurad no quedaros dormidos bajo la sombra del ciprés.

Los privilegios de la reina Isabel II

Los privilegios de la reina Isabel II LOS CURIOSOS
PRIVILEGIOS
DE
LA
REINA ISABEL

Cuentan los ingleses ancianos de su Reina Isabel que;

-Todos los cisnes que pasean su impoluta blancura por los lagos británicos son de su propiedad; así como las truchas que nadan en lo ríos y los jabalíes que corren por los montes.

Ella es la única que tiene el derecho de imprimir o mandar que se imprima la Biblia. Todos los puertos del reino le pertenecen.

-Soló ella puede conceder licencia para la venta de tabaco.

-La tradición designa a la reina con el sobre nombre de "fuente de honor". Ella distribuye condecoraciones y medallas, las dignidades y los títulos

Existe un axioma que afirma:

-La reina no se equivoca nunca.

Por ello es la suprema autoridad de la Justicia. Los delincuentes no son condenados por sus crímenes, sino por haber turbado con ellos la paz de la soberana.

-Cada año abre el Parlamento.
Para esta ceremonia se pone la corona imperial, compuesta por 2.783 diamantes, 277 perlas, 17 zafiros; 11 esmeraldas y 5 rubíes. Es tan grande el valor de la corona que no se puede calcular en dinero.

Ninguna ley puede entrar en vigor mientras ella no la apruebe, aunque la hayan votado tanto la cámara de los lores como la de los comunes. En el momento que los enviados reales se presentan y pronuncian la tradicional frase; "La reina lo quiere" la ley empieza a se valida en lugar de ser papel mojado.

En contraste con lo reales privilegios tiene peculiares obligaciones; es la encargada de la tutela de todos los niños del reino, y de los discapacitados.
-Cada año, (dicen) que un jueves de el mes de octubre, debe distribuir tantas bolsas de dinero como años cumple entre los pobres que acuden a la abadía de Westminster.

Otro de sus deberes es favorecer la industria y los productos británicos. Sus automóviles han de ser siempre de fabricación inglesa. Cuando se supo que el tejido de su traje de novia había sido hecho por gusanos de seda italiana, en todo el reino se levantaron oleadas de protestas.

Debe ser ejemplo para todos los habitantes del reino de exactitud en el cumplimiento de las leyes. Isabel así lo hace.

-Años atrás , unas inundaciones asolaron el sur del reinado y la Reina fue a recorrer los lugares afectados sin escolta oficial. El coche en el que viajaba fue detenido por un soldado, que sin reconocerla le pregunto si tenía intereses en la zona afectada, pues en caso contrario no podía continuar por aquella carretera.

La reina no reveló su identidad e hizo que el chofer diese la vuelta al coche para tomar otro camino.

Emociones

Emociones EMOCIONES

Alcancé la cima de la montaña. Y llame a la puerta de de la humilde casa del sabio anciano.

Tenía una figura enjuta, sus ojos estaban empañados, por la tristeza del desaliento, y el cansancio de los hombres.

-Señor ermitaño, -le dije-.

Hace trece años vine a verte para que tu me dieras consejo. Las gentes de todos los lugares incluso de los mas remotos. Reconocen tu sabiduría.

En la primera visita que te hice. Escuche atentamente, con fe, y esperanza tus palabras.

Que eran estas:

"Escucha a tu corazón y el amor de tus hermanos ese es el camino. Nunca te rindas".

Entonces deje de tapar mis emociones, pasiones, sentimientos, dando mi amor por todos mis hermanos los hombres.

Y mi corazón fue para ellos como piedra lisa dentro de agua fresca y clara.
La gracia de Dios tampoco descendió sobre mi.

Todo el amor que di a mis hermanos, ellos lo tomaron como fingimientos.

Soledad y sombra para siempre oscureció mi camino.

El besó con dulzura mi frente; Una sonrisa iluminó un poco su rostro.

Me dijo...

-Oculta a tus hermanos el amor que les tengas y disimula tus sentimientos, pasiones, y emociones. Ante los hombres.

Porque hijo mio tu eres un mal actor de tu propio corazón.

Guaco

Guaco GUACO

Un misterioso individuo, con aspecto físico similar al de un lobo...
Está causando el temor a los vecinos del pueblo y lugares rurales cercanos.

El hombre lobo, aparece en noches de plenilunio, y con su larga cola que mueve lentamente hipnotiza a las gentes, antes de atacarlas.

Juan, un albañil del pueblo, un hombre trabajador. Vivía en la localidad se ganaba el sustento, haciendo arreglos y obras, como era un buen obrero no le faltaba nunca trabajo, tenia la manos grandes y encallecidas, su pelo con el tiempo era del color del yeso, su piel muy morena, curtida de sol y lluvia,en sus ojos habitaba la nostalgia de otra vida. Herencia de sus parientes, trabajadores del campo, que miran y hacen guiños al cielo fuerza de observarlo:
las sequías, las plagas... de ir de sol a sol al huerto. Trabajando el campo, se pasa uno muchas horas solo.

Por eso Juan, se hizo albañil, para vivir mas despreocupado y depender menos de la naturaleza, del sol, la lluvia y las heladas...y no estaba contento, porque aspiraba a mas cosas, que a hacerse viejo y morir en su pueblo, siendo humilde
como todos sus antepasados.

Una noche de luna llena de agosto. Juan andaba paseado por el bosque y pensando como ser rico. Y despareció. Por mas que lo buscaron los habitantes del pueblo no dieron con el en ningún lugar y tras días de infructuosa batidas. Se olvidaron de Juan, y cada cual volvió a su trabajo y a sus casas.

Tras un año de ausencia regresó."En busca del hijo que vendió su alma al diablo por una bocina de oro o por el canje de una caja de plata".

En la noches de luna llena. Los vecinos lo conocen como "Guaco". Lo ven pasar en busca de víctimas a las que atacar.

S u aspecto es la de un hombre con cuerpo peludo, de color azul, figura de lobo.

Vive oculto en medio de la vegetación, a través de la cual se desplaza sin que nadie haya podido atraparlo.

Los habitantes, no dejan de buscarlo, todas las noches de luna.

Dicen que han puesto vigilancia en la escuela.

Ya que los estudiantes son las víctimas preferidas del licántropo...

Es solo una leyenda

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ES SOLO UNA LEYENDA

Esta tarde de un domingo de junio. Salgo a pasear en busca de la frescura del agua y las sombras por el bosque de la Alhambra. el viejo bosque de árboles centenarios, la sombras, los bancos de piedra y el sonido de el agua que corre por las acequias y fuentes. Y miro con ojos nuevos, de turista recién llegado, de no importa que lugar del mundo, me meto en la piel de un extranjero, de un artista, de un poeta...
Miro con el asombro de otros ojos resurgir de chilabas y mujeres de negro riguroso con velos cubriéndoles el rostro. Pienso que no son gente casual, como puede ocurrir en : Jaén, Málaga, Córdoba. o Sevilla. No, no, lo son.

Es una imagen cotidiana de la ciudad, bajo por la Calderería, hasta la calle Elvira, continuo por Plaza nueva y camino por la acera izquierda de la Carrera del Darro. Mis ojos de extranjero comparan... Es como cualquier barrio, de Casablanca, de Marrakech. Una tetería, junto a una tienda, un restaurante marroquí.

En Granada nadie nos extrañamos ya de nada. Subo la Cuesta del Chapiz ,comienzo a caminar por el bosque empinado del Castillo Rojo.
Al llegar a la fortaleza, me detengo para recordar una leyenda.

En el arco de una puerta de entrada a la Alhambra; hay esculpida una llave a un lado y en el otro una cerradura.

Cuenta la leyenda, que cuando la llave se introduzca dentro de la cerradura.

Granada volverá a ser Árabe.

Es solo una vieja leyenda...