VIÑALS, JOSÉ (2010): CABALLO EN EL UMBRAL (ANTOLOGÍA POÉTICA 1958-2006) INTRODUCCIÓN Y SELECCIÓN DE BENITO DEL PLIEGO Y ANDRÉS FISHER, MÉRIDA, EDITORIAL REGIONAL DE EXTREMADURA. POR CARMEN M CAMACHO
VIÑALS, JOSÉ (2010): CABALLO EN EL UMBRAL
(ANTOLOGÍA POÉTICA 1958-2006)
INTRODUCCIÓN Y SELECCIÓN DE
BENITO DEL PLIEGO Y ANDRÉS FISHER,
MÉRIDA, EDITORIAL REGIONAL DE EXTREMADURA.
CARMEN CAMACHO
http://www.dipujaen.es/…/cult…/revista-paraiso/paraiso_7.pdf
Hace poco más de un año nos dejó el poeta hispanoargentino José
Viñals, figura imprescindible en la poesía española contemporá-nea. Y tan vinculado a Jaén: desde 1979 Viñals vivió —y miró y escribió, que en él lo vital y lo literario, lo ético, lo estético, «lo pudendo y lo maravilloso» (p. 86) formaban parte del mismo entero— en España, fundamental y preferentemente en Jaén ciudad y en Torredonjimeno.
Caballo en el Umbral, título que el propio Viñals escogió para esta antología de su obra poética hasta 2006, remite a su misma vida, «hermoso mi animal, entero y sin fatiga / Herencia de mi padre.» (p. 155) y a su misma obra en forma de imagen al filo, bestial y visionaria. Póstumo, el libro llega cuando él se va. Mejor dicho: casi póstumo, Caballo en el Umbral va viniendo mientras él está y, en la última etapa, cuando se ultiman los detalles para la publicación, mientras él se va yendo. Este punto de encuentro y diálogo entre el autor de los textos y los antólogos, Benito del Pliego y Andrés Fisher, confiere a este trabajo de estudio y selección la luz especial que toman las cosas que se dejan rozar con el origen, el centro o la fuente. Esta circunstancia, sumada al esmerado aparato crítico que precede a la obra selecta, a la posibilidad que ofrece de contemplar prácticamente toda su trayectoria y a la poesía de Viñals en sí misma, que es referente de vanguardia, de compromiso (est) ético y ejemplo fascinante de cómo la poesía crea nuevas realidades, hacen que esta antología cobre la entidad de necesaria.
Aquí están recogidas desde las primeras letras que dio a la luz, escritas allá por 1958 a sus palabras en 2006. Casi medio siglo de poesía de José Viñals. Tener la ocasión de leer el conjunto ofrece al lector la vista panorámica y a la par la posibilidad de adentrarse en cada una de las espesuras: desde su etapa «americana», que podría llamarse así, a su andadura desde España; de la vitalidad al cierto sabor rememorativo en sus últimos libros; de la exhuberancia en la enumeración y la superposición de elementos, llegando casi hasta el festín, a su laconismo proverbial; de la prosa generosa y preferente al verso a veces; del ritmo de largo aliento a la respiración escueta. Permite, sobre todo, apreciar la [con]fusión consciente, integral y constante como postura, opción de vida y obra, que abarca desde el espíritu a las secreciones. Porque, cabe insistir, Viñals escribe desde la vulva y la totalidad. El amor es entonces un acto político o la poesía mucho más que un género literario o la estética compromiso o el lenguaje un generador de nuevas realidades
—llámese entonces, al lenguaje, poesía—.
En Viñals, variables como América-España, argentino-castellano con sus diferentes matices, vanguardia-conocimiento de la mejor tradición, lejos de morir de contradicción, se avivan y conviven en su trayectoria poética. Tampoco suponen, en ningún caso, elementos extraliterarios, ajenos a su escritura, antes bien, la definen y hasta la fundan. «¿Yo era español antiguamente o español soy ahora? ¿Latinoamericano soy o fui tal vez argentino?» (p. 325). Y es que poeta y poesía vivieron siempre en tránsito y con él en cierta conciencia del nunca acabar de pertenecer, «como si no ser de aquí significara ser de otra parte. […] Como si quien emigra pudiera dejar de pertenecer» (p. 120). Ser de acá y de allá, «¿Dónde es aquí y allí?» (p. 250), de arriba y abajo, supone una mezcla, un estar hibridado e hibridante. Y «no morirá conmigo la nación de mis huéspedes» —advierte. Pero también conlleva un extrañamiento: extra- ñamiento en el lenguaje «Melocotón, / también llamado / durazno»
(p. 355) o en las imágenes «lindo al norte con zorras parturientas, al sur con un ombligo de gitana…» (p. 72), extrañamiento en el lugar y desde el lugar desde el que se mira. Las referencias explícitas a esa sensación de extranjería aparecen a lo largo del libro, «Llevaba puestos estos zapatos la primera vez en mi vida que me sentí extranjero» (p. 101), remitiéndonos a veces a algunas de sus muy probables repúblicas: la de otra realidad o la de los sueños. «Soñé tanto que ya no soy de aquí» (p. 120).
Este no pertenecer le permite, en definitiva, como Unamuno dijera y el propio Viñals citara al referirse a su propia práctica poética, «mirar con el ojo del bárbaro», lo que supone un excelente punto de vista para la indagación. La selección de los textos realizada por del Pliego y Fisher resultan en este sentido altamente representativos de la obra viñaliana.
Así, o además, y tal vez aumentada por la prosa de largo aliento de parte de los textos, la sensación del tránsito avanza con la lectura, que en momentos parece hacerse, efectivamente, a caballo.
Esa mirada «con el ojo del bárbaro» supone, además, un acto de resistencia afín a su discurso ético y político comprometido, a su vida en general, o en pleno. Nuevamente hay que hablar de arte, vida y política unidas. A lo largo de los textos de Caballo en el Umbral puede entreverse que en este autor escribir a propósito supone vivir a propósito, y sus muy posibles viceversas. Su postura política, de izquierdas, y por tanto su letra, de vanguardia y en la línea de los discursos críticos, supone además una postura vital, de celebración de la vida y con ella, por ejemplo, vienen algarabías en las enumeraciones «plumas, jacinto, lago, erisipela, hidrofobia, escorbuto, pelícano, bueyes…» (p. 289), anáforas, textos espirales, potentes visiones.
Vanguardia, sí, recogida en Caballo en el Umbral. Tal vez sea este es elemento radical y más destacado de estos textos. Vanguardia, quiero decir, escritura de progreso, de liberación, que conlleva una continua indagación, un ir más allá hasta hacer conmover el lenguaje y el sentido, hasta estremecerlos.
La publicación de estas páginas desde la Editora Regional de Extremadura
—y la de Pan, también póstuma, en la editorial Pre-Textos—, suponen una buena noticia y una inmejorable ocasión para volver o acceder de nuevas a José, a un poeta crítico y en tránsito, inconformista, fundamental y sin embargo traspapelado de nuestras antologías, cuya letra tardó en encontrar sus cauces de circulación en España —definitiva para su difusión fue, por cierto, la publicación en Jaén de su Poesía reunida hasta 1993— y cuyos libros hoy continuarían siendo, si no fuera por estas publicaciones necesarias, difícilmente localizables en librerías.
Cuentan Benito del Pliego y Andrés Fisher en la introducción de Caba-llo en el Umbral que, en lo poético, lo ético y lo personal —una vez más el todo siendo todo— supuso una especial vivencia ir a avanzar trabajo junto a José Viñals o, como ellos dicen, bajar a Jaén. Y sentir que, efectivamente, él, «Yo, como siempre, tengo ahí a mi caballo, no sé si para huir o para amarte en torres de silencio, al sur, al sur, en donde moriremos.»
(p. 404)
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