Una veleta
UNA VELETA
El cielo comienza a clarear. Al fondo el pueblo asoma en los campos como una pincelada.
A lo lejos una veleta. . Señala el sur.
Poco a poco el claro del horizonte se va tiñendo de una naranja nacarado. Las casas lentamente salen de la oscuridad.Un gallo canta, un perro ladra, y varias palomas cruzan de un palomar a otro palomar.
-El campo- ahora ya se ve claro-.
El cielo pintado con pinceles de azueles sutiles va cambiando a tonos naranjas. Sobre los tejados que se ven en rojizo tierra. Llora una niña, grita una voz, y un hombre se prepara par salir al huerto: Campos, patios de frescura, esquinas, chimeneas, veletas sobre las torres. Emergen los muros gruesos de la majestuosa Iglesia, construcción blanca y nueva. En la torre tañe una campana su melancolía el tejadillo rojo en punta lo corona una veleta. Como una cúpula enorme en azules y blancos tenues como es espirales...
El pueblo despierta. Desiguales fachadas. Miran hacia el Oriente resalta ya el sol su blancura. Arriba en la torre de la Iglesia una campana tañe perezosa y en lo alto.Una veleta que el vientecillo mueve, indicando donde están los puntos cardinales a los que se extravían y de donde vienen los vientos.
La voces de los gallos le hacen cara, a ella, a la veleta, y sonríe desde su altura.
El cielo se extiende ahora en sedas azules radiantes, limpio y puro sobre el pueblo. Esparcidas por él pequeñas veletas sobre: Viejos templos, oratorios, y ermitas olvidadas. San Francisco, Santa Clara, San Juan, y la monjas.A la izquierda, a la derecha, filas de casas, y en la plazita la Casa de Socorro con su veleta sobre el tejado rojo. La campana de la Iglesia nueva sigue su tañir triste. Sobresaltando a la veleta - con silueta de gallo-.
Callejas angostas, escaleras que asciende a puertas, en este julio.
La callejuela se retuerce, ondulante y culebrea sobre la cal blanca. Asoma una veleta tosca bajo un colgadizo; tras una mohosa alambrera.
El laberinto de calles continua. Al fondo de una calleja se vuelve a ver la torre de la Iglesia nueva con su campan y su veleta. En la plazita vieja se perfila la fuente de piedra.
En las ciudades en sus Catedrales. La veleta...
Bravía. Misteriosa artista del renacimiento, a veces esculpida en el remate bajo la ancha greca de rostros en que el dolor se expresa en muecas sobrecogedoras en las Catedrales.
Y en un cielo nítido sobre el pueblo, destaca como símbolo perdurable en el tiempo de la historia de la humanidad.
El cielo comienza a clarear. Al fondo el pueblo asoma en los campos como una pincelada.
A lo lejos una veleta. . Señala el sur.
Poco a poco el claro del horizonte se va tiñendo de una naranja nacarado. Las casas lentamente salen de la oscuridad.Un gallo canta, un perro ladra, y varias palomas cruzan de un palomar a otro palomar.
-El campo- ahora ya se ve claro-.
El cielo pintado con pinceles de azueles sutiles va cambiando a tonos naranjas. Sobre los tejados que se ven en rojizo tierra. Llora una niña, grita una voz, y un hombre se prepara par salir al huerto: Campos, patios de frescura, esquinas, chimeneas, veletas sobre las torres. Emergen los muros gruesos de la majestuosa Iglesia, construcción blanca y nueva. En la torre tañe una campana su melancolía el tejadillo rojo en punta lo corona una veleta. Como una cúpula enorme en azules y blancos tenues como es espirales...
El pueblo despierta. Desiguales fachadas. Miran hacia el Oriente resalta ya el sol su blancura. Arriba en la torre de la Iglesia una campana tañe perezosa y en lo alto.Una veleta que el vientecillo mueve, indicando donde están los puntos cardinales a los que se extravían y de donde vienen los vientos.
La voces de los gallos le hacen cara, a ella, a la veleta, y sonríe desde su altura.
El cielo se extiende ahora en sedas azules radiantes, limpio y puro sobre el pueblo. Esparcidas por él pequeñas veletas sobre: Viejos templos, oratorios, y ermitas olvidadas. San Francisco, Santa Clara, San Juan, y la monjas.A la izquierda, a la derecha, filas de casas, y en la plazita la Casa de Socorro con su veleta sobre el tejado rojo. La campana de la Iglesia nueva sigue su tañir triste. Sobresaltando a la veleta - con silueta de gallo-.
Callejas angostas, escaleras que asciende a puertas, en este julio.
La callejuela se retuerce, ondulante y culebrea sobre la cal blanca. Asoma una veleta tosca bajo un colgadizo; tras una mohosa alambrera.
El laberinto de calles continua. Al fondo de una calleja se vuelve a ver la torre de la Iglesia nueva con su campan y su veleta. En la plazita vieja se perfila la fuente de piedra.
En las ciudades en sus Catedrales. La veleta...
Bravía. Misteriosa artista del renacimiento, a veces esculpida en el remate bajo la ancha greca de rostros en que el dolor se expresa en muecas sobrecogedoras en las Catedrales.
Y en un cielo nítido sobre el pueblo, destaca como símbolo perdurable en el tiempo de la historia de la humanidad.
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