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TEMAS BLOG OFICIAL DE LA POETA Y ESCRITORA andaluza Carmen Camacho ©2017

Abanicos

Abanicos

 

 

La poeta ha coleccionado los abanicos de la gitana bailaora del Sacromonte. La gitana ha cerrado, su cueva, la bata de cola y la zambra. Se ha mudado a vivir a Granada, esta mayor y cansada, pero ese duende lo tiene la gitana bailaora. Fue la dueña algunos años de la llave del flamenco. El corazón gitano, lo ojos verdes limón, las manos, las caderas y el vuelo de volantes son cosas que morirán con ella. He colocado los abanicos en la habitación del palomar, encima de los tres baúles de palabras. Para contemplarlos mientras leo versos. Paisajes de flores: violetas floreciendo, azucenas, rosas, capullitos de alelí, clavellinas, lilas, azules margaritas. Infinitos vivos ramilletes de colores. Es un libro de versos escrito por alguien que creyó en el mismo. La poeta pensó, a saber por que, en lo inútil de la muerte, que hace de la poesía una forma de escapar. Y tranquiliza a los pacifistas armados con metralla.

Maria me ha ayudado a colocar los abanicos en la pared de habitación de mi palomar. Maria no tiene abanicos, las paredes del salón de su casa están desnudas totalmente, ya que su honrada familia, no ve adecuado, adornar los muros del salón, con símbolos gitanos, de artistas, andaluces, de grandes pensadores. Que dibujan signos interrogativos en los papeles y en las primeras páginas de los periódicos y diminutos puntos suspensivos en el corazón.

Rubén a menudo se desespera. Suele perder las batallas que entabla contra sus propios principios. A el le importa un comino los principios de los demás. No importa perder, Rubén, tú nunca has guardado tus tristezas en un bolso imitación de piel de serpiente. Dejan que te marquen, con las eternas zapatillas de vanguardia, ya que son parte inherente de sus talones. Déjalos si eso les da tranquilidad a sus fáciles y hasta inútiles “conciencias colectivas”. Todos tenemos que morir antes de resignarnos a ello.

No hay ninguna ley que prohíba meter los pies. Dentro en unas zapatillas -siempre pequeñas- de vanguardia.

©Carmen María Camacho Adarve

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