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TEMAS BLOG OFICIAL DE LA POETA Y ESCRITORA andaluza Carmen Camacho ©2017

©Carmen María Camacho Adarve

VIÑALS, JOSÉ (2010): CABALLO EN EL UMBRAL (ANTOLOGÍA POÉTICA 1958-2006) INTRODUCCIÓN Y SELECCIÓN DE BENITO DEL PLIEGO Y ANDRÉS FISHER, MÉRIDA, EDITORIAL REGIONAL DE EXTREMADURA. POR CARMEN M CAMACHO

VIÑALS, JOSÉ (2010): CABALLO EN EL UMBRAL (ANTOLOGÍA POÉTICA 1958-2006) INTRODUCCIÓN Y SELECCIÓN DE BENITO DEL PLIEGO Y ANDRÉS FISHER, MÉRIDA, EDITORIAL REGIONAL DE EXTREMADURA. POR CARMEN  M CAMACHO

 

 

VIÑALS, JOSÉ (2010): CABALLO EN EL UMBRAL
(ANTOLOGÍA POÉTICA 1958-2006)
INTRODUCCIÓN Y SELECCIÓN DE
BENITO DEL PLIEGO Y ANDRÉS FISHER,
MÉRIDA, EDITORIAL REGIONAL DE EXTREMADURA.
CARMEN CAMACHO 


http://www.dipujaen.es/…/cult…/revista-paraiso/paraiso_7.pdf


Hace poco más de un año nos dejó el poeta hispanoargentino José
Viñals, figura imprescindible en la poesía española contemporá-nea. Y tan vinculado a Jaén: desde 1979 Viñals vivió —y miró y escribió, que en él lo vital y lo literario, lo ético, lo estético, «lo pudendo y lo maravilloso» (p. 86) formaban parte del mismo entero— en España, fundamental y preferentemente en Jaén ciudad y en Torredonjimeno.
Caballo en el Umbral, título que el propio Viñals escogió para esta antología de su obra poética hasta 2006, remite a su misma vida, «hermoso mi animal, entero y sin fatiga / Herencia de mi padre.» (p. 155) y a su misma obra en forma de imagen al filo, bestial y visionaria. Póstumo, el libro llega cuando él se va. Mejor dicho: casi póstumo, Caballo en el Umbral va viniendo mientras él está y, en la última etapa, cuando se ultiman los detalles para la publicación, mientras él se va yendo. Este punto de encuentro y diálogo entre el autor de los textos y los antólogos, Benito del Pliego y Andrés Fisher, confiere a este trabajo de estudio y selección la luz especial que toman las cosas que se dejan rozar con el origen, el centro o la fuente. Esta circunstancia, sumada al esmerado aparato crítico que precede a la obra selecta, a la posibilidad que ofrece de contemplar prácticamente toda su trayectoria y a la poesía de Viñals en sí misma, que es referente de vanguardia, de compromiso (est) ético y ejemplo fascinante de cómo la poesía crea nuevas realidades, hacen que esta antología cobre la entidad de necesaria.
Aquí están recogidas desde las primeras letras que dio a la luz, escritas allá por 1958 a sus palabras en 2006. Casi medio siglo de poesía de José Viñals. Tener la ocasión de leer el conjunto ofrece al lector la vista panorámica y a la par la posibilidad de adentrarse en cada una de las espesuras: desde su etapa «americana», que podría llamarse así, a su andadura desde España; de la vitalidad al cierto sabor rememorativo en sus últimos libros; de la exhuberancia en la enumeración y la superposición de elementos, llegando casi hasta el festín, a su laconismo proverbial; de la prosa generosa y preferente al verso a veces; del ritmo de largo aliento a la respiración escueta. Permite, sobre todo, apreciar la [con]fusión consciente, integral y constante como postura, opción de vida y obra, que abarca desde el espíritu a las secreciones. Porque, cabe insistir, Viñals escribe desde la vulva y la totalidad. El amor es entonces un acto político o la poesía mucho más que un género literario o la estética compromiso o el lenguaje un generador de nuevas realidades
—llámese entonces, al lenguaje, poesía—.
En Viñals, variables como América-España, argentino-castellano con sus diferentes matices, vanguardia-conocimiento de la mejor tradición, lejos de morir de contradicción, se avivan y conviven en su trayectoria poética. Tampoco suponen, en ningún caso, elementos extraliterarios, ajenos a su escritura, antes bien, la definen y hasta la fundan. «¿Yo era español antiguamente o español soy ahora? ¿Latinoamericano soy o fui tal vez argentino?» (p. 325). Y es que poeta y poesía vivieron siempre en tránsito y con él en cierta conciencia del nunca acabar de pertenecer, «como si no ser de aquí significara ser de otra parte. […] Como si quien emigra pudiera dejar de pertenecer» (p. 120). Ser de acá y de allá, «¿Dónde es aquí y allí?» (p. 250), de arriba y abajo, supone una mezcla, un estar hibridado e hibridante. Y «no morirá conmigo la nación de mis huéspedes» —advierte. Pero también conlleva un extrañamiento: extra- ñamiento en el lenguaje «Melocotón, / también llamado / durazno»
(p. 355) o en las imágenes «lindo al norte con zorras parturientas, al sur con un ombligo de gitana…» (p. 72), extrañamiento en el lugar y desde el lugar desde el que se mira. Las referencias explícitas a esa sensación de extranjería aparecen a lo largo del libro, «Llevaba puestos estos zapatos la primera vez en mi vida que me sentí extranjero» (p. 101), remitiéndonos a veces a algunas de sus muy probables repúblicas: la de otra realidad o la de los sueños. «Soñé tanto que ya no soy de aquí» (p. 120).
Este no pertenecer le permite, en definitiva, como Unamuno dijera y el propio Viñals citara al referirse a su propia práctica poética, «mirar con el ojo del bárbaro», lo que supone un excelente punto de vista para la indagación. La selección de los textos realizada por del Pliego y Fisher resultan en este sentido altamente representativos de la obra viñaliana.
Así, o además, y tal vez aumentada por la prosa de largo aliento de parte de los textos, la sensación del tránsito avanza con la lectura, que en momentos parece hacerse, efectivamente, a caballo.
Esa mirada «con el ojo del bárbaro» supone, además, un acto de resistencia afín a su discurso ético y político comprometido, a su vida en general, o en pleno. Nuevamente hay que hablar de arte, vida y política unidas. A lo largo de los textos de Caballo en el Umbral puede entreverse que en este autor escribir a propósito supone vivir a propósito, y sus muy posibles viceversas. Su postura política, de izquierdas, y por tanto su letra, de vanguardia y en la línea de los discursos críticos, supone además una postura vital, de celebración de la vida y con ella, por ejemplo, vienen algarabías en las enumeraciones «plumas, jacinto, lago, erisipela, hidrofobia, escorbuto, pelícano, bueyes…» (p. 289), anáforas, textos espirales, potentes visiones.
Vanguardia, sí, recogida en Caballo en el Umbral. Tal vez sea este es elemento radical y más destacado de estos textos. Vanguardia, quiero decir, escritura de progreso, de liberación, que conlleva una continua indagación, un ir más allá hasta hacer conmover el lenguaje y el sentido, hasta estremecerlos.
La publicación de estas páginas desde la Editora Regional de Extremadura
—y la de Pan, también póstuma, en la editorial Pre-Textos—, suponen una buena noticia y una inmejorable ocasión para volver o acceder de nuevas a José, a un poeta crítico y en tránsito, inconformista, fundamental y sin embargo traspapelado de nuestras antologías, cuya letra tardó en encontrar sus cauces de circulación en España —definitiva para su difusión fue, por cierto, la publicación en Jaén de su Poesía reunida hasta 1993— y cuyos libros hoy continuarían siendo, si no fuera por estas publicaciones necesarias, difícilmente localizables en librerías.
Cuentan Benito del Pliego y Andrés Fisher en la introducción de Caba-llo en el Umbral que, en lo poético, lo ético y lo personal —una vez más el todo siendo todo— supuso una especial vivencia ir a avanzar trabajo junto a José Viñals o, como ellos dicen, bajar a Jaén. Y sentir que, efectivamente, él, «Yo, como siempre, tengo ahí a mi caballo, no sé si para huir o para amarte en torres de silencio, al sur, al sur, en donde moriremos.»
(p. 404)

http://www.dipujaen.es/…/cult…/revista-paraiso/paraiso_7.pdf

POR CARMEN CAMACHO Prohibido el llanto La ciudad, espacio compartido para la actividad creativa http://iniciativasevillaabierta.es/…/2015/04/ISAlee_2015.pdf

POR CARMEN CAMACHO Prohibido el llanto La ciudad, espacio compartido para la actividad creativa http://iniciativasevillaabierta.es/…/2015/04/ISAlee_2015.pdf

 

 

14. POR CARMEN CAMACHO Prohibido el llanto La ciudad, espacio compartido para la actividad creativa http://iniciativasevillaabierta.es/…/2015/04/ISAlee_2015.pdf

No he llorado nunca en Brasilia. No habría lugar. CLARICE LISPECTOR

[Suena Carmen, de Bizet. Obertura]

Entre las actividades desarrolladas por la Gerencia de
Urbanismo este año cabe destacar la colocación de lloródromos públicos en las zonas más transitadas de la ciudad. Se trataba de una reivindicación histórica planteada no solo por los vecinos del centro y de los principales distritos, también por el sector de la hostelería, que había denunciado en varias ocasiones el efecto negativo en su imagen de las lágrimas irreprimibles sobre la barra de los bares.
Hasta el momento se han colocado 17 lloródromos públicos, ocho de ellos de estilo fernandino, que han sido ubicados en el casco histórico. Los nueve restantes han tenido como destino áreas comerciales, estaciones, zonas de acceso a hospitales y al cementerio, parques y jardines. En el próximo año se espera ampliar la red hasta completar un total de 35 de estos cubículos. El plan prevé la instalación en calles aledañas a estadios, barrios del cinturón urbano, zonas empresariales y principales polígonos. El proyecto se completará con un programa de educación cívica dirigido a concienciar a la población de la mala impresión que causa ver llorar desconsoladamente por las calles.
Asimismo, se ha desarrollado una aplicación para móviles, en la que el usuario a punto de quebrarse puede consultar el lloródromo más próximo y si en ese momento se encuentra libre u ocupado. Ya no será necesario el recurso a los rincones, por lo que serán abolidos, ni refugiarse entre las gafas de sol y la visera, ya no caminar cegada por el llanto, ni volver a paso
49 rápido hasta la casa, ya no romper y no poder dejar de llorar en autobuses. Ya no morirnos de vergüenza por la cara abotargada, rogarnos cesar, ya no empapar el teléfono dando gritos por las calles, ya no partirle el corazón a los viandantes.
Ciudadanos y visitantes podrán sollozar de forma cómoda, discreta e higiénica en los espacios destinados a tal efecto, dejarse caer y salir renovados y contentos.
Se ha colgado el cartel: Prohibido el llanto. Prohibido temblar, arañarse la cara, arrasarse públicamente los ojos, no poder más. Lágrimas no, gracias.
Queda abolida la pena negra.
Mi ciudad, la ciudad que sonríe.

 

 http://iniciativasevillaabierta.es/…/2015/04/ISAlee_2015.pdf

ARBILLAGA, IDOIA (2012). PECIOS SIN NOMBRE MADRID: AMARGORD. REVISTA PARAISO NUMERO 9 DIPUTACION DE JAÉN POR CARMEN CAMACHO ARBILLAGA, IDOIA (2012)

ARBILLAGA, IDOIA (2012). PECIOS SIN NOMBRE MADRID: AMARGORD. REVISTA PARAISO NUMERO 9 DIPUTACION DE JAÉN  POR CARMEN CAMACHO ARBILLAGA, IDOIA (2012)

 

 Idoia Arbillaga

ARBILLAGA, IDOIA (2012). PECIOS SIN NOMBRE MADRID: AMARGORD. REVISTA PARAISO NUMERO 9 DIPUTACION DE JAÉN

POR CARMEN CAMACHO ARBILLAGA, IDOIA (2012). PECIOS SIN NOMBRE (http://www.dipujaen.es/…/cult…/revista-paraiso/paraiso_9.pdf)
Tabla quemada, jirón, Ofelia: a veces, de pronto, emerge del fondo del tiempo algún resto de naufragio. Es como si la luz de un faro fenicio hundido en el mar se volviera a prender desde abajo y reverberara un momento, vivísima, en la superficie marina. Como el fuego fatuo que de súbito pasa y proyecta ante nuestros ojos la secuencia de un presente que creíamos pasado. O como un rescoldo, muy naranja, que a cuenta de vaya usted a saber qué viento se aviva bajo la ceniza. Es esa vivencia, íntima, del amor de ayer metido bajo nuestra piel de hoy, para la que casi no tenemos sustantivos que le venga bien: pecios sin nombre.
Porque no pudieran llamarse nostalgias, melancolía, ni sencillamente traza de poeta que canta sólo de lo negado, los timbres de las voces poéticas con las que está hecha esta colección de poemas que Idoia Arbillaga (Cartagena, Murcia, 1974) nos entrega bajo el título Pecios sin nombre, en la madrileña Editorial Amargord, 2012. Puestas a rebuscar en
la categorización que mejor le viene al asunto —tal vez la que recordar Jorge Riechmann al distinguir entre el poeta indagador, tipo Carlos Edmundo de Ory, y el elegíaco, estilo Gil del Biedma del «No volveré a ser joven»—, los textos de Pecios sin nombre son farrapos de otro tiempo que se conjugan en presente porque aquí-estoy-yo, y porque a ver si no quién es una, sino en mucho esa herencia o secuela, ese «baúl invisible» del que habla Arbillaga, y que pesa y forja a cada cual en proporciones distintas. «Te llevo dentro» (p. 17), dice la poeta, y es desde esas últimas habitaciones de la sangre desde donde la vida a veces se nos pone a hablar.
El prólogo de Ángel L. Prieto de Paula nos prepara en esta línea para lectura de Pecios sin nombre, y nos advierte con precisión de la va riedad formal que vamos a encontrar en esta andadura, desde sonetos con rigores consonantes, una serie casi al inicio, al verso libre y otras solturas que desanclan o aportan fresco al poemario. Como por ejemplo imágenes potentes, tales como la «madera de cuna crujiendo dentro de tu vientre azul» (p. 37), o el «columpio oxidado que arrojaremos al río»
(p.65), algunas de corte surrealista que nos interesan especialmente, como ese «peine enfermo de nácar» (p. 44), o «tu mujer de madera reverdecía pentagramas húmedos» (p. 61).
Varias constantes emergen junto a los pecios, dibujando el ambiente o fondo del poemario. Por un lado, todo lo náutico, también lo fluvial, lo húmedo, acuoso, azul y marino con su densidad; y por otro y a veces junto a aquél, la luz (y su negación presente, algunas duras veces), hecha de luna en alguna ocasión, pero que casi siempre es flama naranja, tórrida incluso, que si se mete bajo la piel, pica. Pica como pican o punzan el alacrán del poema que lleva ese nombre, las pinzas del cangrejo ya adelantado en la cita de Santos da Costa que da nombre a este libro, o las abejas de la Oda a Eros, quizá uno de los mejores poemas de su serie.
Esta entente anfibia «Contra el Bósforo», «Incendios», «Inmersión Atlántica», «Windsor arde en Madrid», «Semillas de Fuego», «Humedad de carbonera», por mencionar-contrastar algunos de los títulos) deja sal en las grietas de los labios; referencia continua ésta, la salinidad, para las diversas densidades donde reflotan, en forma de poemas, estos fragmentos ignotos.
Pero hay ocasiones a lo largo del libro en las que la memoria y el olvido se suceden por el método contrario: no es el pecio lo que emerge sino la voz la que se abisma, y baja a pulmón cayendo toda y arrastrando con ella a su cuerpo de ahora. «Caes. / Caes. / Caes./ 60 pies de océano aprietan mis caderas. / El fondo te aguarda / con su danza que agita las mareas del alma.» (p. 50). Así también, hay gradientes temporales para cantar más cerca o lejos del presente. Me explico: aunque la mayoría de los poemas hablan de un amor de ayer, están dichos en presente —algunos incluso en un presente absoluto—, en algunas ocasiones pareciera que la voz poética intenta que el pasado vuelva a ocupar su tiempo para conjugarse con distancia desde el hoy, o incluso desde un futuro implacable. Esto no evita el dolor ni la presencia, pero algo es algo. Tal vez sea eso, el manejo de unos tiempos verbales que no son de reloj sino que ocuparon las filosofías de Bergson o María Zambrano, una de las técnicas clave del poemario.
Las referencias mitológicas recorren el libro y acompañan a ese ambiente de luz y mar que traen los textos. Las mitologías de cuño bíblico dan nombre a las mitades del conjunto. Por un lado la Eva genésica, traída en tacones junto a una cita del Apocalipsis; y por otro el Adán, segunda mitad de la cosa, portador de ciertos puñales. Completa un epílogo que deja abierto el costillar vivo.
Redondea la ambientación de algún poema cierto halo orientalizante, que ayuda en sensualidades que del tirón ya tienen de por sí los amores lesbianos e imposibles. Estoy pensando en el texto «Despedida en santa Sofía». En el Estambul de las pasiones, sobre fondo de algo que suena a viernes de oración, las dos mujeres trasunto de la novela de Alberto Ruy Sánchez, hablan voluptuosidades como si lo hiciera la misma Safo del «me parece igual a los dioses/ el hombre que frente a ti se sienta».
Hay en Pecios sin nombre dos elementos que, pudiendo ser solamente figuras retóricas de vitrina, en mi opinión pueden cobrar entidad de poética, de —me atrevo a decirlo— vivencia. Pudiendo quedarse en la hipérbole, Arbillaga parece optar por lo tremendo. Pudiendo hacer metáforas, Arbillaga parece apostar por la mutación. Dicho de otra manera, la gracia consiste en que esto no ataña sólo a la expresión sino al conjunto de lo real, en el sentido más garciacalviano del término. Y que tanto sea así, que una ya no distinga entre todo y fragmento; y un amor, concreto y que se refiere a lo íntimo, pase sin lucha a formar parte de lo más grande, de la majestad del Uno. «Mi espíritu se llenará de soledad interestelar» (p. 55), «el amor ha borrado los contornos del mundo»
(p. 57), son algunos de los versos que hacen pensar que esta voz poética intuye que el [des]amor puede arrasar ciudades.
Importa, por último, dejar apuntada una interrogación que nos hace/se hace Arbillaga, casi-casi terminando el libro: «¿Cuánto miedo cabe en un solo minuto?» (p. 70). Ese, señala la poeta, en la que «viejas zozobras apalean mi puerta» (p. 70). Sara Castelar Lorca (Hannover, 1975) acaba de publicar La hora sumergida (Turandot ediciones, 2013).
La hora sumergida de Castelar es ese minuto u hora única, íntima, sola y propia donde emergen los Pecios sin nombre de Arbillaga. Hay algo —la moral de la memoria y su vino profundo, lo llama Félix Grande— que nos convoca y ante lo que comparecen algunas voces poéticas. Lo celebramos, mientras continuamos esperando, sin perder «nunca el ansia o la ocasión de navegar» (p. 71) —ni de naufragar, añado— «otro amor más fiero y entregado» (p. 65).
171

(http://www.dipujaen.es/…/cult…/revista-paraiso/paraiso_9.pdf)

José Viñals recitando "Mujer de amor con mi apellido"...

 

Mujer que firma con mi apellido...

UNO cuento de Carmen María Camacho Adarve

 

 

 

Quiero comunicar que este cuento, pertenece a una investigación que me encargaron sobre el código voynich en el que llevo años investigando. Le puso voz Mario Luis Altuzar Suárez hace ya años en su programa de radio. Tiene derechos de autor y algún día daré por concluida esta investigación muy laboriosa y complicada. Cuidado con quien intente hacer uso de el sin mi consentimiento tengo los derechos de autor.
Humildemente.
Carmen María Camacho

SOBRE LAS ROSAS...

SOBRE LAS ROSAS...

SOBRE LAS ROSAS...

SOBRE LAS ROSAS...

SOBRE LAS ROSAS...

SOBRE LAS ROSAS...

SOBRE LAS ROSAS...

SOBRE LAS ROSAS...

SOBRE LAS ROSAS...

SOBRE LAS ROSAS...

JAÉN

JAÉN

TODOS PODEMOS COMPARTIR

TODOS PODEMOS COMPARTIR

¿Quien ganara la partida?

¿Quien ganara la partida?

FELIZ PRIMAVERA POR CARMEN MARÍA CAMACHO ADARVE

Granada Granada

Variaciones sobre la Luna

Avellano

Avellano AL AVELLANO
Este catorce  de  febrero día de los enamorados.  Quiero regalarte unas palabras que te debo avellano.
De color rojo intenso son tus flores con matices fucsia.  Humildes florerillas como rosas de azafrán.
Ya se; que tú avellano no tienes, poeta, ni pintor, ni enamorados.  Para narrar, lo mágico de tu existencia.  Tú que eres la flor que despierta a los campos.  Dejando paso al sol tímido de un adagio de primavera.
No eres como la blanca flor de almendro:  dibujada por los mejores pinceles, tinta derramada por las más poéticas plumas, ensalzada por los artistas de todos los tiempos, cánticos de trovadores, pasión de amores.
 Avellano:  No tienes poeta que te escriba versos ni sonetos.  Los enamorados pasan de largo sin rezar.  Una oración para que su amor sea eterno; nadie contempla tus  humildes flores, diminutas, bellísimas, de un rojo inmenso.  Para ver todo tu esplendor.  Tenemos que mirar; en un rincón del alma y en el corazón, la belleza que ocultan tus flores... escuchar tu mensaje de vida.  Como una esperanza renovada de tu tierna juventud.  Que nos regalas cada final de invierno.
Camino por un campo que ya no esta muerto.  He visto nacer los tiernos brotes de los árboles y el abrir de sus flores.  Mis pasos me han llevado hasta un avellano.  Pidiéndole perdón he cortado una ramita florecida.
Al llegar a casa le he puesto sobre mi escritorio; me alejado, me acercado, varias veces para mirar la ramita y de este modo acostumbrar mi mirada a recorrer las diminutas flores rojo sangre.  Evocándome recuerdos de anémonas que habitan en charcas que dejan las mareas.
Al avellano le falta su poeta, un pintor, un soneto, y una canción.
 Flores rojas de amor se abren en tus ramas.
Venciendo sin ninguna gloria a todos los inviernos.

 

Una veleta

Una  veleta UNA VELETA

El cielo comienza a clarear. Al fondo el pueblo asoma en los campos como una pincelada.

A lo lejos una veleta. . Señala el sur.

Poco a poco el claro del horizonte se va tiñendo de una naranja nacarado. Las casas lentamente salen de la oscuridad.Un gallo canta, un perro ladra, y varias palomas cruzan de un palomar a otro palomar.

-El campo- ahora ya se ve claro-.

El cielo pintado con pinceles de azueles sutiles va cambiando a tonos naranjas. Sobre los tejados que se ven en rojizo tierra. Llora una niña, grita una voz, y un hombre se prepara par salir al huerto: Campos, patios de frescura, esquinas, chimeneas, veletas sobre las torres. Emergen los muros gruesos de la majestuosa Iglesia, construcción blanca y nueva. En la torre tañe una campana su melancolía el tejadillo rojo en punta lo corona una veleta. Como una cúpula enorme en azules y blancos tenues como es espirales...

El pueblo despierta. Desiguales fachadas. Miran hacia el Oriente resalta ya el sol su blancura. Arriba en la torre de la Iglesia una campana tañe perezosa y en lo alto.Una veleta que el vientecillo mueve, indicando donde están los puntos cardinales a los que se extravían y de donde vienen los vientos.

La voces de los gallos le hacen cara, a ella, a la veleta, y sonríe desde su altura.
El cielo se extiende ahora en sedas azules radiantes, limpio y puro sobre el pueblo. Esparcidas por él pequeñas veletas sobre: Viejos templos, oratorios, y ermitas olvidadas. San Francisco, Santa Clara, San Juan, y la monjas.A la izquierda, a la derecha, filas de casas, y en la plazita la Casa de Socorro con su veleta sobre el tejado rojo. La campana de la Iglesia nueva sigue su tañir triste. Sobresaltando a la veleta - con silueta de gallo-.

Callejas angostas, escaleras que asciende a puertas, en este julio.

La callejuela se retuerce, ondulante y culebrea sobre la cal blanca. Asoma una veleta tosca bajo un colgadizo; tras una mohosa alambrera.

El laberinto de calles continua. Al fondo de una calleja se vuelve a ver la torre de la Iglesia nueva con su campan y su veleta. En la plazita vieja se perfila la fuente de piedra.
En las ciudades en sus Catedrales. La veleta...

Bravía. Misteriosa artista del renacimiento, a veces esculpida en el remate bajo la ancha greca de rostros en que el dolor se expresa en muecas sobrecogedoras en las Catedrales.

Y en un cielo nítido sobre el pueblo, destaca como símbolo perdurable en el tiempo de la historia de la humanidad.

Poco a poco

Poco   a    poco POCO A POCO

Quiero llenar mi pluma de esperanza y rendir pleitesía a lo que poco a poco, entre, rendijas entreabiertas de mis dedos, se escapa, terca y monótona al compás de sentimientos de rocas, tal vez mas cercanas al orden de las cosas, inerte, material, a el palpito que mueve la vida.

Desde mi tristeza infinita y este dolor incontenido.

Donde ruedan lágrimas de impotencia.

Acaso mi vida sea... como primavera y verano vencidos, a las lindes del otoños y fríos inviernos.

Que se me han ido todas las estaciones en una sinrazón exasperante. Camino tal vez de una estrella que de luz.

-Si, mi razón se revela a buenos y malos.

Detrás de montañas, que rozan al sol con sus crestas orgullosas al sol... ¿de justicia?. Derramandose en rayos rojos, de sangre, de guerra, y de hambre.

Mientras enhebramos los del primer mundo. La riqueza;
con rayos tiernos y dorados, el alimento, la paz, y la vida

-Me queda la poesía, si, ella me queda que me saca mas versos que la prosa, que me tienta con una desesperanza enfermiza a volver sobre mis pasos monte abajo. Y abandonar mis sentimientos heridos y rotos. ¿Y el corazón y el alma?.

Quiero romper el vértigo del espejo donde habita la ceguera del individualismo colectivo de los que no aman a los hombres, ni respetan la vida, ni se compromente, aunque si toleran y consiente y nos roban el corazón.

Quizás ¡oh impotente pasividad¡. Deberías subir con fuerza de un atlante para cubrir estos rayos de lutos y esparcir la cenizas del sufrimiento, del hambre, la pobreza , y las guerras. En nuestra atmósfera contaminada y espesa envuelta en rayos de muerte.

-Nacida, paradoja dolorosa, en vidas que se van.

Tal vez exista un mas allá, al otro lado de los mares y los montes:
Una llanura extensa y fértil en la que sin trabas de muerte. La estrella solar ilumina la vida.

-De esperanza se tiñen luces. Y, en una estrella inacabada cabalga mi miedo, mis dolientes sentimientos...En nostalgias de un atardecer bordado en naranjas.
Abierto, abiertos en esperanzas a las mañanas.