Lebrillos
Son bonicas las tardes de noviembre.
Mi colcha de cretona
Que me bordo mi madre,
Por la que vuelan a ciegas,
Una bandada de pajarillos imposibles.
También hay que tener en cuenta
Que se pueden hacer juicios temerarios.
Los juicios fríos y los esquemas
Solo sirven para arreglar,
Los desagües y algunas alcantarillas.
Esto no va a cambiar en casi nada
Que me gusten mucho
Los lebrillos azules,
Ni que se me escurra
Al fregar los cacharros
mi anillo de oro de casada.
Esto no va a cambiar en nada,
Mi falta de memoria
Sigo sin tomar rabos de pasa.
Es solo una historia más,
de las de noches en blanco. De este enero.
Ahora me traes rosas amarillas como la luna,
y ahí está, tu callado rostro en la ventana
que rememora otras horas.
Yo como tú,
en la cartera guardada esta la foto,
que alguna vez eche a la luna,
esa obsesión tuya
que fuera feliz –dijiste
en la clase de astronomía¬— se ha quedado vacía nuestra silla.
Y lo bueno,
lo bueno de haber mencionado mucho,
mucho al ancho cielo nocturno
es que allí podemos citarnos.
O encontrarnos
de tanto en tanto.
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