El cielo esta cerrado
Vamos... a encontrar lugares que no existen –dijimos-. Y dimos vueltas esdrújulas, en un espacio, cerca del olvido.
Detrás de un nubarrón, se balanceaba un cartel,”el cielo esta cerrado”, como resignado a su destino. Golpeamos, hasta aventar a la tormenta, se venía en tronadas como una conspiración de ángeles rebeldes. Un ángel, abre la puerta, dos alas rotas, donde aún transitan las nostalgias.
En una bóveda de escombros diluvianos, un trajín de gorriones, construyen un salvoconducto de secretos y armonías.
El techo, una voluta de humo en el viento. Las fotos colgadas en las paredes, tenían una languidez estoica, solemne transitada por una patena de tiempo indescifrable, con sus dedicatorias. Marylin, ocupaba el centro de un marco oval y trágico, acompañada por un réquiem de querubines desteñidos.
Flotaban a ratos estrellas, abrazadas a un encaje de algas, abandonadas a un mar de novias de cantina.
Apareció el ángel, con una extraña bolsa de impredecible contenido.
El aliento cortado, por la prisa de otro tiempo, como sabiendo que la sed venia de lejos, dijo: traje vino, pan y aceite, no hay mucho para elegir los domingos –concluyó-.
Salimos a pasear, y nos topamos: con un bosque de álamos negros, se nos clavó en los ojos, un cielo de astillas. –Preguntamos- ¿Para qué tantos álamos?: para hacer cajones de muertos -respondieron-.
¿De álamo? Si, -para los pobres-
El cielo se había abierto en una lluvia densa, sobre una tierra huérfana, un sudario gigante abandonado, en la consagración de un domingo.
Prometimos volver pronto.
© 2008 Carmen María Camacho Adarve
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