REORDENANDO ESTRELLAS
REORDENANDO ESTRELLAS
Nada parecía raro aquella tarde de regreso a casa. En
realidad, había muchas cosas extrañas: por ejemplo, que la avenida todavía siguiera en pie, que no se hubieran sumergido todos los edificios en montes de escombros recíprocos desencadenado quizás por influjo del viento Norte, o por las obras del parking que se hundía hasta el infinito subsuelo, que nadie en la avenida se hubiera intoxicado con su propia estupidez de gran avenida. Todo era extraño, pero esa era la costumbre, así que a primera vista no parecía haber motivo para que yo sospechara una tramposa zanja del Destino.
Mecánicamente puse la llave en la cerradura, empujé la puerta, y entré y entré y entré , cuando mi atención, como quien no quiere la cosa, se posó sobre las actividades de mi cuerpo, me di cuenta de que algo no funcionaba bien, y en principio pensé que se trataría de alguna pelusa en mi disco duro que impedía que el programa entra y luego cierra la puerta (detrás de ti) siguiera adelante, y por tanto se quedaba detenido en entra-entra-entra; pero pronto me di cuenta de que yo funcionaba perfectamente bien, o al menos que funcionaba igual de bien o de mal que siempre; la que no funcionaba era el edificio.
Pues no terminaba una de entrar cuando ya se encontraba afuera, por decirlo así: Mi piso se había quedado reducido a una pared con una puerta y un par de ventanas que llevaban a ningún lado. Como un rayo cruzó por mi cabeza una cruel certeza: el alcalde se había salido con la suya por obra y gracia de sus grandiosas obras subterráneas, yo era víctima de un encantamiento. El encantador, no era el que le robó la biblioteca al Quijote, era el primer edil que había partido con todo el interior de mi vivienda, dejándome la cáscara. Una cáscara sin interior.
Muy apenada, me puse a cavilar sobre las razones que habían llevado al señor alcalde o mejor dicho al encantador de calles, si, si, si... ¡ese es su nombre! A partir de este párrafo lo voy a llamar “el encantador de calles” a cometer semejante perrería contra mi humilde persona no había otra posibilidad que esta: yo era Dama Andante, la primera tal vez ¡y no lo sabía!
Sintiéndome feliz de que el Destino nada pudiera contra mi impar capacidad deductiva, me reí pensando en que el muy tonto del encantador de calles había olvidado completar su trabajo; pero recordé al punto que esa fue precisamente la razón por la que reprobé el examen de Encantamientos II: si mi piso entero hubiera desaparecido, yo seguramente me hubiera dirigido a la Municipalidad con toda seguridad a preguntar por el.
Ocurría a menudo que te quitaran el piso por no cumplir con las normas de construcción del barrio o que lo demolieran por viejo, simplemente porque sí, o por que era muy necesario un gran aparcamiento subterráneo muy moderno y acorde con los nuevos tiempos , días atrás cayo la cárcel vieja , si, si, si...¡ era muy vieja¡, sólo meses después lo notificaron. Y es que, según un modelo copiado de un libro que nuestros concejales tomaron por un código administrativo checo escrito en alemán, cada caso a resolver cursaba por concejalías diferentes, esto de manera simultánea y desde sus diferentes aspectos.
Era cosa sabida que los de Ejecución de obras eran más rápidos que los de Notificación, y aun a veces las obras se ejecutaban antes de haber sido emitidas, incluso se dio más de una vez que la obra terminara antes de ser comenzada, siempre que fuera en perjuicio del ciudadano. Si el ciudadano era el demandante, la cosa era diferente, porque correspondía a otro departamento organizado de manera totalmente distinta.
Era de público conocimiento que aquél constaba, sí claro, si claro, si, de concejalías, pero no se sabía cuántas ni cuáles pudieran ser éstas, los más maliciosos decían que en realidad existía sólo una mesa de entrada donde se registraban: suplicas, denuncias, demandas, y quejas, y tras la puerta que podía verse desde el mostrador, nada, tan nada como lo que había entre mi barrio y mi piso ahora.
Yo creo que es una exageración por parte de los eternos inconformistas, cuyo modo de vida consiste en oponerse por principios. Con todo, es un hecho que, de existir, las actividades de la concejalía de Ejecución de obras jamás han salido a la luz, excepto en los balances anuales de gastos, dicho lo cual resultará comprensible que, en caso de no encontrar uno su casa donde por la mañana la hubiera dejado, presto se dirigiera a pedir explicaciones a las autoridades, sin pretender obtenerlas, por las razones antes expuestas.
Jamás hubiera pensado entonces en mi acérrimo enemigo, el encantador de calles, si no fuera porque había dejado la superficie exterior de mi piso, trabajo tan fino del cual no creía capaces a todos los miles de negociados de la Municipalidad juntos porque la maldad sólo es completa si una podía dar un burlón indicio de su identidad, conscientes o al menos creyentes de la impotencia del damnificado.
Era necesario, para que la acción rindiera su fruto máximo, que yo supiera quién me había jugado esa mala pasada. Bien, ya lo sabía. Para el caso, daba lo mismo que se tratara del encantador o de la municipalidad; mi impotencia era la misma en un caso y el otro, pero había sí una diferencia: el del encantador de calles era un acto dedicado, dedicado a mí, que era una recién auto consciente Dama Andante, y esta idea me llenó de orgullo, aunque no sé exactamente por qué; sólo ocurrió así. Pensé poder pasar de la vela de armas y todo lo demás, ya que a diferencia del Quijote había leído demasiado pocos libros de caballería, era una dama, y siguiendo los mismos razonamientos que mi ingente antecesor, inferí que si en mis lecturas habituales nunca nadie era armada de Dama, es que éste paso era innecesario, lo que sí me parecía un paso ineludible era encontrar un propósito que guiara mis andanzas.
Deploré la falta de aquel libro de buenos propósitos que tenía sobre la mesita de noche de mi ya desaparecida vivienda, eran éstos buenos propósitos reunidos durante décadas llenas de primeros de Agosto y llenas también de otros días que no eran primero de agosto y que servían para confirmar que lo máximo que se podía hacer con los buenos propósitos era escribirlos en el libro, pero ahora, ahora era ya el momento en que esos propósitos podían convertirse en hechos, ahora que yo me sabía Dama Andante y buscaba propósitos. Y los propósitos no estaban, ¡que bien! Por todo lo cual confirmé que el destino es quien paso a paso nos disuade, y que contra esto nada puede la voluntad. Aun así era necesario encontrar un propósito, cualquiera fuera éste, y una vez hallado, asirlo fuertemente entre los dientes. Rápidamente me dije: mi propósito es encontrar un propósito.
Más tranquila, ya, por haber encontrado la justificación de mi existencia, comencé mis aventuras de Dama, que consistían, por el momento, en buscar propósitos. Pensé que, de no encontrar ocupación mejor, bien podía proponerme enderezar un poco las estrellas que se encontraban todas muy desordenadas y azarosas, sin la mínima consideración por los comunes propósitos que quisiéramos encontrarle una forma, porque, ¿qué es eso de tener centauros, gigantes con cuchillos y animales del zodíaco? Eso estaba bien para la Antigüedad cuando todas esas cosas existían. Cierto que los animales del zodíaco todavía anda por ahí, paseándose resignados entre las hojas de las revistas, pero aún así, aprovechando las maravillas de la técnica, podían subtitular las constelaciones, ya que eran muy difíciles de ver.
Me pareció una excelente idea reordenar las estrellas para que dibujaran motivos más acordes con el momento actual: por ejemplo, representando hamburguesas, videoconsolas, inmobiliarias, lujoso mobiliario urbano, o rostros de famosos. ¿Quién iba a mirar un cielo lleno de luces humildes e incomprensibles teniendo todos los coloridos del neón al alcance de las manos? En cambio, si el cielo era reordenado como ya dije, añadiendo graduadores de intensidad de la luz, cambiando las bombillas de algunas estrellas por otras de los más increibles colores, eso sería otra cosa. ¡Qué belleza indescriptible! También podía ponerse un buzón de sugerencias para que cada cual pudiera expresar sus preferencias, opiniones, y de más... Pero por suerte, cuando en estos pensamientos estaba, me llegó la notificación de la Municipalidad y por tanto dejé tan altos planes para dirigirme con prontitud hacia el Excelentísimo Ayuntamiento de la muy noble Villa de la cual, dicen, existe sólo la fachada.
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