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TEMAS BLOG OFICIAL DE LA POETA Y ESCRITORA andaluza Carmen Camacho ©2017

Buenos días

Buenos días
BUENOS DÍAS  ABRIL

Aquella mañana; Isabela veía la luz dorada de la primavera colarse por las rendijas de la persiana hasta rozar sus párpados entreabiertos despertándola de un dulce sueño.  Era feliz en la mañana de abril por primera vez en muchos años, se dejaba acariciar por los rayitos de sol, se sentía libre, joven, hermosa, y plena de alegría.  No tenía esa opresión en el pecho de cada despertar, ni miedo, ni ansiedad.

Todo había terminado hasta el último de los muchos golpes y patadas recibidos durante mucho tiempo.  Pensaba ahora que tal vez su marido no era una mala persona y bueno en parte se sabia una mujer privilegiada ella no había sufrido graves palizas de urgencias medicas ni hospital como otras muchas mujeres con menos suerte que Isabela.

Si, estaba segura que todo aquel calvario era producto del agotamiento, de un amor que nació yerto, y los arrebatos diarios de mal humor por parte de su marido habían convertido su vida en luz oscura de amargo sabor en una continuidad de ansiedad y terror.

A la hora de comer del día anterior él empezó a gritar, arrojando todo lo que encontraba a su paso contra el suelo, daba voces y golpes, como un loco (…) este filete de ternera esta crudo.

-Isabela le dijo -tu mismo te lo puedes hacer aun esta la sartén en el fuego-

  Antes de darse cuenta estalló en su rostro un fogonazo rojo un dolor agudo como hojas de cuchillo le atravesaban la nariz y los ojos cayo al suelo por el golpe, cuando noto las frías baldosas sobre su espalda, comprendió lo que le había ocurrido.  Escucho -un insulto- el insulto más común de todo el más habitual el de siempre:  -puta- en ese momento supo que ya no podría soportar más palizas…

-Por favor, ten piedad, te lo estoy pidiendo por favor…

Y vio un enorme charco de sangre alrededor de su cabeza.  Había muerto.

Ha sido una pena:  un hombre fuerte, trabajador, cabal, y tan buen marido… y esa horrible muerte que él no merecía.  La pobre Isabela ahora se queda sola.  Debe rehacer su vida.  Eso decía la gente en el tanatorio.  Mientras ella vestida de luto con rostro triste y cansado atendía al pésame agradecida y resignada.

Mas tarde en el entierro, vestida de luto, junto al nicho la gente pasaba ante ella dándole las últimas condolencias, ánimos, besos y abrazos ella respondía a todas las personas con una sonrisa todos creyeron ver en aquella sonrisa la tristeza por el dolor de la pérdida del marido.  Los miraba en silencio durante el entierro y en las visitas posteriores con su triste forma de sonreír hasta que poco a poco todos se fueron distanciando de Isabela.

La casa dejó de ser cárcel, sin gritos, golpes, y trastos rotos.  No, ya no tenia que esconder los golpes del rostro bajo capas de maquillaje mirándose una vez y otra vez al espejo para comprobar que no se notaban los cardenales bajo el maquillaje.  Todo había terminado si todo.  Ahora las cosas eran nuevas la luz brillante el aire fresco y puro.  Era el momento para ir despacito recomponiendo el rompecabezas de su autoestima, colocar cada pieza en su lugar, poquito a poquito.  Reinventar su libertad con la dignidad de nunca mas ser humillada.

Estar en la cama hasta que quisiera, oír los ruidos que subían de la calle, la radio de la vecina, olores, colores, placeres olvidados.  Las cosas de un nuevo despertar le hacían ver que el pasado quedaba muy lejos como la historia de otra vida que ya no era la suya.

Cuando despertó del sueño, la luz se oscurecía suciamente.  Se giró en la cama y encontró el cuerpo del marido durmiendo a su lado.  Entendió que todo fue un dulce sueño.  Quiso gritar, intento zarandear a aquel hombre, hasta despertarlo y decirle que él debería estar muerto… ¡si, si muerto¡ ella misma lo había visto tropezar  caer por la escalera  lo vio tirado en el suelo con la cabeza abierta.

Durante mucho rato lloro en silencio.  Se levanto de la cama con cuidado de no despertarlo y se encamino hasta el cuarto de baño volviendo a su mundo real ese del que jamás había dejado de habitar.  Volvió la opresión en el pecho, a temblar todo su cuerpo, la boca seca,  

No, no, Isabela no te mientas mas no han sido unos años de matrimonio han sido ¡mas de veinte¡  no te ha pegado cuatro golpes… eran tantas palizas tanta humillación que ya no lo recuerdas y no era ni en el fondo un hombre bueno (…) por mucho que te lo decían los amigos, las vecinas.  Sino una mala bestia ya no podrás escapar de ese animal.  Eso es lo que hay mas te vale hacerte a la idea e intentar no volver a soñar nunca.

Lleno la bañera hasta el tope con agua caliente –hasta que la muerte os separe- se desnudo. Su cuerpo lo veía como el de otra mujer avejentada y lleno de moratones, aquel cuerpo ya no era hermoso, dispuesto para el amor.  Se metió en el baño.  Toda la casa permanecía en un silencio trágico.  Tomo una cuchilla y la acercó a una de sus muñecas, una lagrima rodó por su cara cayendo al agua.  Anticipo de la amargura de un dulce sueño.  Dulzura de sangre su sangre derramada que ahora formaba volutas en el agua caliente.  La escena era muy bella el agua iba pasando lentamente de transparente a un rojo muy intenso.

Estaba entrando en el más dulce de los sueños, decía adiós a todo, a los golpes, al miedo, a su cuerpo derrumbado golpes en las frías baldosas.  Adiós mamá.

Hasta que la muerte os separe.

    

  

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