Cóctel
CÓCTEL
Desde hace tiempo procuro eludir todo tipo de invitaciones: Culturales, convites, bautizos, bodas, comuniones, y otras ceremonias variopintas, familiares, bávaras.
En las cuales las gentes se convierten con bastante facilidad en extraños entes, bestias zafias que hacen brindis, se atragantan con los bigotes de los langostinos y carnes en salsa, pegan gritos de alborozo, se intoxican, se congestionan, vomitan. Se meten mano. Si no hay otra cosa mas interesante que hacer dan patadas a los niños o tratan de cepillarse a la novia, con un dudoso ramillete de azahar junto al escote del pecho, sobre un traje blanco impoluto y carísimo.
Cuando solicitan mi presencia a uno de estos actos o cónclaves monstruosos busco una excusa digna para salir del paso, suele ser siempre que salgo en viaje de negocios que coincide trágicamente con la fecha del cóctel . Ya se sabe que si huir es de cobardes una retirada a tiempo es de sabios. Y me voy a Alhambra a ver paisajes, jardines, turistas de piernas, y ojos enrojecidos, siempre dan mucho mas juego.
Pero hay veces, en las que forzosamente no te queda otra que asistir, por avatares, compromisos, obligaciones...
Ya, sin remedio te ves, dentro de una vorágine, de risas y desdichas, llena de traspiés, de cócteles, presentaciones, exhibiciones, en un remolino eterno de homenajes, clausuras, inauguraciones poco elegantes, galas funestas.
Que sin saber como, tal vez sea debido a una osadía inconsciente por mi parte.
¡Hala, aquí me las den todas¡. Como si no estuviese escarmentada de codearme con la misma fauna, con los mismos empellones, e idénticos venenos.
Suelen ser este tipo de eventos al caer la tarde -la gente no sabe que ponerse-. A alguien se le ocurrió inventarse lo del traje de cóctel. Sin que a lo largo de el tiempo se sepa con claridad que es exactamente esa vestimenta. La mayoría opta por acudir con la ropa de trabajo (los que trabajen se supone). Hay señoras que lucen unas chaquetillas de talle muy corto con ornamentos variados, otras emplean un traje plegable que guardan en el bolso.
El único error que un hombre puede cometer es ponerse de esmoquin cuando en la invitación se exige etiqueta rigurosa. Ya una vez el caballero metido en faena, por mucho rostro de seductor o galán que ponga, se vera inmerso en una caterva sedienta y mal vestida. Le confundirán con un camarero. En tales ocasiones la única opción que le queda es la de mostrarse atento, asegurar que en un minuto vuelve, recoger pedidos, y dejar que esperen...
En los cócteles la paciencia es un concepto escaso. Lo saben bien los organizadores del gremio cócteleros, son unos personajes raros que no varían con el paso de los años, sus rostros son impenetrables, impasibles ante las avalanchas y de perladas frentes por el sudor. Soldados escogidos de tropas selectas, acostumbrados a enfrentarse con fieras.
Hasta que no terminan -es lo normal-, los discursos, las presentaciones, el remate de la venta, los cancerberos del bebercio contienen a la purria con heroica fortaleza. Entonces llega ese falso momento social de verse, saludarse, preguntar por la familia y amigos, entablar conversaciones abandonadas en otros eventos... Pero dominan otros pensamientos (me explico), se inicia el ejercicio del estrabismo. Estas hablando y ves como tu interlocutor, con un ojo mira para otro lado y con el otro para el contrario.Controlando a ver cuando llega el momento del desparrame ...
Una vez que dan el pistoletazo de salida, solo impera la regla del atiborrarse quien pueda. La ley de la jungla de cristal. Hay profesionales que se mueven con en su hábitat natural. Pero producen el miedo, hasta en los espíritus mas fuertes hechos a todo.
Y es que contemplar como señoras se convierten en hidras de siete cabezas devorando con furia canapés, ver como hasta las mas estirados se convierten en una especie de plaga de langosta, capaces de en cuestión de segundos dejar un jamón en el hueso. Se bebe, se muerden, se suda mucho, en mitad de una euforia casi animal.
Lo mas asombroso es que mitad de la bacanal el personal se aburre.
Es el momento de estrechar manos, besar mejillas, con el maquillaje corrido, sudorosas, y tratar de salir corriendo.
Pero la escapada casi imposible hacia la calle, esta llena de trampas, siempre resbalas con algún esparrago caído al suelo, en mitad de tu camino.
Solo nos resta en ese entonces, dedicarnos a tener una visón lo mas acertada posible de la humanidad. Según el lamentable estado de sus trajes y zapatos.
Desde hace tiempo procuro eludir todo tipo de invitaciones: Culturales, convites, bautizos, bodas, comuniones, y otras ceremonias variopintas, familiares, bávaras.
En las cuales las gentes se convierten con bastante facilidad en extraños entes, bestias zafias que hacen brindis, se atragantan con los bigotes de los langostinos y carnes en salsa, pegan gritos de alborozo, se intoxican, se congestionan, vomitan. Se meten mano. Si no hay otra cosa mas interesante que hacer dan patadas a los niños o tratan de cepillarse a la novia, con un dudoso ramillete de azahar junto al escote del pecho, sobre un traje blanco impoluto y carísimo.
Cuando solicitan mi presencia a uno de estos actos o cónclaves monstruosos busco una excusa digna para salir del paso, suele ser siempre que salgo en viaje de negocios que coincide trágicamente con la fecha del cóctel . Ya se sabe que si huir es de cobardes una retirada a tiempo es de sabios. Y me voy a Alhambra a ver paisajes, jardines, turistas de piernas, y ojos enrojecidos, siempre dan mucho mas juego.
Pero hay veces, en las que forzosamente no te queda otra que asistir, por avatares, compromisos, obligaciones...
Ya, sin remedio te ves, dentro de una vorágine, de risas y desdichas, llena de traspiés, de cócteles, presentaciones, exhibiciones, en un remolino eterno de homenajes, clausuras, inauguraciones poco elegantes, galas funestas.
Que sin saber como, tal vez sea debido a una osadía inconsciente por mi parte.
¡Hala, aquí me las den todas¡. Como si no estuviese escarmentada de codearme con la misma fauna, con los mismos empellones, e idénticos venenos.
Suelen ser este tipo de eventos al caer la tarde -la gente no sabe que ponerse-. A alguien se le ocurrió inventarse lo del traje de cóctel. Sin que a lo largo de el tiempo se sepa con claridad que es exactamente esa vestimenta. La mayoría opta por acudir con la ropa de trabajo (los que trabajen se supone). Hay señoras que lucen unas chaquetillas de talle muy corto con ornamentos variados, otras emplean un traje plegable que guardan en el bolso.
El único error que un hombre puede cometer es ponerse de esmoquin cuando en la invitación se exige etiqueta rigurosa. Ya una vez el caballero metido en faena, por mucho rostro de seductor o galán que ponga, se vera inmerso en una caterva sedienta y mal vestida. Le confundirán con un camarero. En tales ocasiones la única opción que le queda es la de mostrarse atento, asegurar que en un minuto vuelve, recoger pedidos, y dejar que esperen...
En los cócteles la paciencia es un concepto escaso. Lo saben bien los organizadores del gremio cócteleros, son unos personajes raros que no varían con el paso de los años, sus rostros son impenetrables, impasibles ante las avalanchas y de perladas frentes por el sudor. Soldados escogidos de tropas selectas, acostumbrados a enfrentarse con fieras.
Hasta que no terminan -es lo normal-, los discursos, las presentaciones, el remate de la venta, los cancerberos del bebercio contienen a la purria con heroica fortaleza. Entonces llega ese falso momento social de verse, saludarse, preguntar por la familia y amigos, entablar conversaciones abandonadas en otros eventos... Pero dominan otros pensamientos (me explico), se inicia el ejercicio del estrabismo. Estas hablando y ves como tu interlocutor, con un ojo mira para otro lado y con el otro para el contrario.Controlando a ver cuando llega el momento del desparrame ...
Una vez que dan el pistoletazo de salida, solo impera la regla del atiborrarse quien pueda. La ley de la jungla de cristal. Hay profesionales que se mueven con en su hábitat natural. Pero producen el miedo, hasta en los espíritus mas fuertes hechos a todo.
Y es que contemplar como señoras se convierten en hidras de siete cabezas devorando con furia canapés, ver como hasta las mas estirados se convierten en una especie de plaga de langosta, capaces de en cuestión de segundos dejar un jamón en el hueso. Se bebe, se muerden, se suda mucho, en mitad de una euforia casi animal.
Lo mas asombroso es que mitad de la bacanal el personal se aburre.
Es el momento de estrechar manos, besar mejillas, con el maquillaje corrido, sudorosas, y tratar de salir corriendo.
Pero la escapada casi imposible hacia la calle, esta llena de trampas, siempre resbalas con algún esparrago caído al suelo, en mitad de tu camino.
Solo nos resta en ese entonces, dedicarnos a tener una visón lo mas acertada posible de la humanidad. Según el lamentable estado de sus trajes y zapatos.
5 comentarios
carmen la bloger -
goe, 'esta vida es una pura
farsa.
muchas gracias corazón
Goreño -
la bloger -
versos muy dulces
en vez de sabores a marisco y vino.
la bloger -
muchos vesos muy dulces sin restos de canapés.
no te rias de mis dientes -