Mi articulo en Diario Jaén del ocho de diciembre NOCHEBUENA DEL AÑO 1821
NOCHEBUENA DEL AÑO 1821
Los aceituneros vuelven del tajo, voltean campanas de gloria. En las casas, la lumbre se ha encendido en la piedra de la candela junto a la pared, el “nochebueno” (tronco de olivo o encina que sirve de cabecero de una candela y se le llama así porque puede durar toda la noche) arrimador o trashoguero. El “nochebueno” en la nochebuena se irá requemando bajo la llama vivaz de las támaras de ramón, de los sarmientos, de la otra leña menuda.
La mesa familiar, vestida, con mantel bueno esperan las viandas; pavo en pepitoria, morcillas, chorizos, lomo de orza, alfajores y piñonates, vino y anís.
Carracas, panderos y zambombas. Se escuchan por la calle que tocan los niños que van pidiendo el aguinaldo, puerta por puerta ¿se canta o se reza? A lo que respondían los vecinos:
- Se reza en los casos en los que se había muerto un familiar. Todo el grupo rezaba o cantaba, según el deseo manifestado.
Entra, entra mochilero
con la mochila en la mano
hinca la rodilla en tierra
pa que te den el aguilando
El aguilando pedimos
no lo pedimos por falta
solamente lo pedimos
porque estamos en las Pascuas
Si nos da usted el aguilando
no nos lo dé usted en bellotas
que están las alforjas rotas
y no caben más que tortas.
EN RESPUESTA
No te has de quedar por encima
carilla de sinvergüenza
Esa copla que has cantao
no la has sabido cantar
metete en un gallinero
y acábala de estudiar.
EN RESPUESTA
Si me estuviera cantando
un año con doce meses
no me sentirían cantar
una copla por dos veces.
De repente comienza a silbar el viento de Jaén, cada vez más fuerte y con más violencia, empujando a los chiquillos, abriendo ventanas y puertas, arrancando árboles. Los habitantes de la ciudad, sobrecogidos, y arrastrados casi por el viento aferrándose a lo que pueden y entre ellos. Avanzan hacia la plaza de santa María para buscar refugio en la Catedral.
Es la nochebuena 1821, cuando llegan a la plaza, desolados, ven al viento doblar y casi partir las cuatro barras de hierro que cierran por el interior la puerta de la catedral, lo ven, entrar en el templo, con tal violencia que árboles, imágenes, cirios y hojas revolotean entre mezcladas. De seguro ha sido cosa del demonio.
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