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EL AÑO QUE NO HUBO VERANO (Publicado en Diario Jaén)

EL AÑO QUE NO HUBO VERANO (Publicado en Diario Jaén)

Por Carmen María Camacho Adarve

"Estoy cansada. Cansada... A punto de llegar el verano, el invierno zapatea los pasillos del calendario como un okupa risueño que, dado a las comodidades de la casa, quisiera perdurar su instancia entre nosotros...

Y permanece.

Permanece anclado a las chaquetas que no me atrevo a guardar, sujeto a las mangas largas que aún conservaré. Como un niño. Como un niño agarrado a la cabeza  del caballito del bulevar, quiere dar su último viaje aunque las fechas, finales de mayo, no lleven en el alma la moneda que le permita trotar, las rosas se helaran en los jardines. Y al final solo nos quedara un rayo de luna fría cogidos a la barandilla del verano.

Aún, eso sí,  nos queda la esperanza que más raro fue el verano del 1916,  conocido como el año sin verano o el año del invierno sin fin porque la coincidencia entre una baja actividad solar y una erupción volcánica, que arrojó a la atmósfera 1.500.000 toneladas de polvo, provocó una caída de las temperaturas que originó pérdidas de cosechas y hambrunas en muchas partes del mundo.

 En julio de aquel verano frío, se produjo el naufragio de la Medusa frente a las costas de Mauritania, dando lugar al célebre y terrible episodio de la balsa en la que durante 13 días de desesperación unas 130 personas se suicidaron, fueron asesinadas o sirvieron de alimento a sus enloquecidos compañeros de naufragio. El lamentable episodio inspiró a Gericault el célebre cuadro La balsa de la Medusa que hizo su fama cuando se mostró en el Salón de París de 1819 suscitando admiración y escándalo. Los artistas empezaban a descubrir lo rentable que podía ser el tratamiento atrevido de un tema sensacionalista.

Regresando a lo nuestro, en Jaén, como podemos vivir un verano sin verano. Acostumbrados a   las altas temperaturas  estivales, a buscar una sombra a cualquier precio, mientras se deshace al sol la Plaza de Santa María, y nos quema la piedra de la catedral, tanto calor que hasta las lagartijas se quitan del sol. 

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