CIRCO
El circo llegaba al pueblo como todos los años, con sus animales famélicos y unos payasos cargados de tristeza. Un domador demasiado gordo. Una trapecista vieja. La mujer barbuda. El circo, a mí, como cuando era un niño, me asomaba una pena antigua. Quería correr, esconderme en un rincón del patio. Contando el tiempo que tardaría en recorrer la calle ancha, hasta la plaza, aquella patética comparsa.
©Carmen María Camacho Adarve
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