Por Navidad
En estos días de navidad se hacen muchas estadísticas algunas son curiosas, otras, repetidas todos los años. Esta mañana he leído en la prensa una de ellas. Decía que el groso de los clientes de centros comerciales va declinando desde la hora de apertura ya que los clientes ricos tienen la opción para elegir el tiempo dedicado a hacer las compras y van muy temprano evitando así las aglomeraciones y multitudes a la vez que consiguen los mejores productos, los mas frescos, en calidad, y en precio. Los pobres compramos tarde ya casi a las horas de cierre, en lugares atestados conseguimos, carne, frutas, verduras vapuleados ya por todos y rebajados.
Pienso que esta estadística, la han debido sacar de algún periódico de Nueva York que allí funciona así la cosa en EE.UU. Las grandes superficies, tiendas, supermercados, están abiertos al público las veinticuatro horas de todo el año. Ciertamente la única correlación en cuanto a horarios y clientela (con España) es que de madrugada hay muchos mas lunáticos.
En las grandes ciudades españolas no funciona. Ya que en el momento que abren sus puertas a los insaciables comparadores, hay personas de todo los sexos, clase social, color, en común pueden tener algunas cosas, como que se agolpa la multitud, algunos con su desaliño, casi la mayoría con su impaciencia, a veces la aglomeración toma una aptitud aireada si el local tarda mas de la cuenta en abrir sus puertas, con frecuencia van lideradas por un comprador masculino esos que la policía califica como “hombres solitarios” que suelen salir en la sección de sucesos implicados, en actos violentos. También hay mujeres hurañas que explotan con suma facilidad –criaturas robustas- aferradas a sus carros como si fuesen a emplearlo como arma para derribar puertas he llegado a calificar esta peculiaridad como “la violencias de los carros”. No dudo que los centros comerciales sobre todo en fechas navideñas son una bendición. Gracias a ellos podemos dar de comer a toda la familia que vuelve a casa por navidad y todavía sobran provisiones para un mes todo eso a gran velocidad y si vas listo en una hora más o menos.
Hay veces en que al estudiar los anaqueles llenos de estridentes productos me siento angustiosamente a punto de una lipotimia, (envueltos en una inusual y deslúmbrate neblina), entones es cuando empiezo a dar tumbos, desconcertado, apesadumbrado, abrumado, con una sensación de caerme al suelo en cualquier momento tomo apoyo en uno de estos gigantescos estantes y comienzo a divagar con el considerable riesgo de llevarme el carro de otra persona a veces con un muy enfadado bebé a bordo.
Para mi supone una desconcertante fecundidad de un voraz capitalismo, que es síntesis, tiene bastantes desventajas hay demasiadas opciones proporcionales a los metros cuadrados y el lujo del establecimiento llegándome a quedar atónito. ¿Qué lleva en el carro ese ser enjuto y de aspecto muy serio?; seis botes grandes para desatascar grasa, cal, suciedad, de bajantes y sanitarios, diez tabletas de cholote blanco, una bolsa grande de bayetas, y cuatro cajas de latas de cerveza sin alcohol. Puede tratarse de un “solitario” ¿ha cometido un crimen? ¿y quiere deshacerse de los restos?. Para concluir montándose una juerga a base de chocolate blanco combinando la cerveza sin alcohol.
La cajera va pasando por la cinta registradora el contenido de este “inquietante carro” sin el menor gesto de estremecimiento. El hombre paga con un billete de cincuenta euros.
Afuera en las calles corre un viento gélido me cruzo con una figura extraña sacada de un relato de Edgar Alan Poe lleva puesta una capa española permanece estático sobre la acera con un violín tocando “noche de paz”. El comprador de de desatascador de tuberías hecha un billete de diez euros en la cestilla que tiene el músico a sus pies antes de cagar su compra en el maletero de un flamante coche de lujo. Mientras a mi me hace sentir como un personaje de Alicia en el país de maravillas, incapaz de distinguir entre ilusión y realidad. ¿El mundo real esta ahí dentro? O en las frías calles.
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