La corona de las 60.000 joyas
la Virgen de las 60.000 joyas
Como cuenta Javier Ortega en su reportaje de El Mundo, los joyeros
nunca habían visto tantas joyas juntas. Algunas están clasificadas por
su ilustre origen: un enorme brillante mandado por la reina María
Cristina; otro más pequeño recogido en casa de la marquesa de Rafol;
unas perlas de la condesa de Orgaz; un broche de la marquesa de
Almanzor...
Los operarios trabajan frenéticamente. Tienen que clasificar,
desmontar y engarzar 60.000 piezas llegadas desde todos los puntos de
España para, en 45 días, hacer la corona más impresionante que jamás
haya visto el ojo humano. Aunque su destinataria no sea precisamente
humana. Se trata de una estatua, inmortal como todas, de una virgen,
la Patrona de España, la más venerada: la Pilarica.
En el viejo taller de la calle de Espoz y Mina, a pocos metros de la
Puerta del Sol madrileña, 33 operarios trabajan día y noche en esta
obra de artesanía. Hacen turnos, comen ahí mismo, se dejan los ojos
cincelando y dando forma a las pequeñas formas del tesoro. Las piedras
han llegado gracias a la labor de unas señoronas de la alta sociedad
madrileña, encabezadas por la marquesa de Cubas, la condesa de
Gondomar y la marquesa de Aguilafuente, para ofrecer a la Virgen del
Pilar una gran corona. Para ello han hecho una campaña nacional
pidiendo donaciones en especie (o sea, joyas) a todo aquel que quiera
y pueda hacerlo. Y, a la vista del resultado, la respuesta fue
abrumadora.
El que los dirige es un joven de apenas 18 años, Ramiro García
Ansorena, excelente dibujante y encargado por su padre -dueño de la
Casa Ansorena, la más prestigiosa firma de joyeros españoles de la
época- para diseñar la más definitiva de sus obras de arte. ¿Su
inspiración? Algo tan aparentemente banal como los motivos forjados en
los balcones de hierro madrileños.
Y no es una labor fácil. Todos los que respondieron al llamamiento de
estas damas quieren que su donación aparezca físicamente en la corona.
Quieren verla, tocarla y decir: «aquella piedrecita de allí es mía...»
Así, poco a poco, las alianzas, broches, pulseras, pendientes,
medallas, cadenas, relojes, petacas y cadenas de todo tipo van
transformándose en delicadas y sutiles piezas de orfebrería que ni sus
propios dueños reconocerían.
Estamos en mayo de 1905 y la coronización de la Virgen está prevista
para mediodía. Aquella mañana se escucharon 21 cañonazos a modo de
salvas y repicaron las campanas de todas las iglesias de Zaragoza y de
España entera. El cardenal Soldevila, en nombre del Papa, con la
presencia del Nuncio, las autoridades, los representantes de los Reyes
y el Episcopado español en pleno, procedió a colocar la corona pensada
por los Ansorena sobre la cabeza de la Virgen, en medio del júbilo de
los casi 50.000 peregrinos llegados a Zaragoza para el evento.
Hoy, domingo, justo un siglo después, serán más de 200.000 los que
festejarán este centenario en el mismo lugar.
UNICA EN EL MUNDO
La corona, está considerada por los especialistas como una de las
obras más importantes de la orfebrería europea de la época.En 1905 fue
tasada en 600.000 pesetas aunque hoy tiene un valor incalculable y,
sin duda, es el mayor tesoro artístico español.Elena Mato Ansorena,
nieta del diseñador, dice que «es la obra cumbre salida de esta
joyería, tanto por la calidad de ejecución como por la riqueza que
tiene, con la añadidura de su valor artístico y su significado
espiritual».
Poco antes de la coronación, la obra fue expuesta en el palacio
episcopal y visitada por miles de madrileños antes de ser llevada a
Roma para ser bendecida por el Papa. Cuentan que Pío X quedó tan
impresionado por su belleza artística y la generosidad de los
españoles, que regaló al cardenal Soldevila su cáliz de oro y
esmaltes, con el que acababa de celebrar misa, para que figurase en el
museo del Pilar, y concedió indulgencias a la basílica y a los
peregrinos. Ese mismo cáliz se empleará hoy en la prevista misa del
Jubileo.
La Pilarica tiene una docena más de coronas, pero ninguna como la
grande, la buena, la que sólo lleva en las grandes ocasiones.Las otras
son de diario o están en el joyero, el tesoro, el museo pilarista, que
pasa por ser uno de los más ricos de todos los templos españoles.
Alberga miles y miles de joyas, piezas de orfebrería, procedentes de
legados, donaciones de gente anónima u ofrendas de reyes, papas y
potentados.
Unas se exponen en vitrinas y otras se guardan bajo tres llaves en el
museo secreto. Es un habitáculo de difícil acceso en donde hay 10
cajas y tres maletas que abarcan más de cinco siglos de la historia
del Pilar y de la joyería española y europea.
Hay piezas en todos los metales y piedras preciosas y en las más
diversas formas como colgantes, pendientes, broches, veneras,
pulseras, alianzas, collares, cadenas, dijes, joyeles, medallas,
portapaces, mantones, mantos (hasta 450 donados por instituciones y
particulares, toreros y deportistas), abanicos, cálices, imágenes,
candeleros, relojes, monedas, cubertería o rosarios.
SIMBOLOS
Algunos de estos objetos son especialmente significativos, como el
bastón y el broche nupciales de Alfonso XIII y Victoria Eugenia,
ofrecidos a la Virgen por salir ilesos del atentado que sufrieron el
día de su boda. El águila en oro y diamantes de Amadeo de Saboya. El
rotulador de oro con el que Juan Carlos I sancionó la Constitución. La
corona de oro y brillantes que regaló la Reina Sofía en el primer
viaje de los monarcas nada más ser proclamados en 1975. Felipe II donó
en 1596 dos ángeles de plata, que hacen guardia de honor a la imagen
de la Virgen.
Otra sección está dedicada a las donaciones de papas, cardenales y
obispos, donde están los cálices de San Juan de la Cruz, San Pío X y
Juan XXIII o el solideo de Juan Pablo II. Cada pieza tiene su anécdota
o historia, reflejo de la devoción popular, y las hay curiosas como el
arco del violín de Sarasate o unos pendientes de oro de Evita Perón.
Al valor histórico-artístico y sentimental del tesoro se une el
económico. Nadie se atreve a dar una cifra concreta. De poderse tasar
estaríamos hablando de cifras multimillonarias e inimaginables.El
joyero ha sufrido mermas debido a los expolios, el más grave tras la
invasión francesa, y a las subastas para terminar o arreglar el Pilar.
Así, en 1979 se subastaron 110 piezas con un precio de salida de 3
millones de pesetas; en 1980, 207 lotes y una base de 20 millones. En
1982, con motivo del viaje del Papa, salieron 27 lotes a 34 millones.
Siempre se subastaron piezas que no tuvieran valor histórico y
artístico. Todo por la Patrona...
Como cuenta Javier Ortega en su reportaje de El Mundo, los joyeros
nunca habían visto tantas joyas juntas. Algunas están clasificadas por
su ilustre origen: un enorme brillante mandado por la reina María
Cristina; otro más pequeño recogido en casa de la marquesa de Rafol;
unas perlas de la condesa de Orgaz; un broche de la marquesa de
Almanzor...
Los operarios trabajan frenéticamente. Tienen que clasificar,
desmontar y engarzar 60.000 piezas llegadas desde todos los puntos de
España para, en 45 días, hacer la corona más impresionante que jamás
haya visto el ojo humano. Aunque su destinataria no sea precisamente
humana. Se trata de una estatua, inmortal como todas, de una virgen,
la Patrona de España, la más venerada: la Pilarica.
En el viejo taller de la calle de Espoz y Mina, a pocos metros de la
Puerta del Sol madrileña, 33 operarios trabajan día y noche en esta
obra de artesanía. Hacen turnos, comen ahí mismo, se dejan los ojos
cincelando y dando forma a las pequeñas formas del tesoro. Las piedras
han llegado gracias a la labor de unas señoronas de la alta sociedad
madrileña, encabezadas por la marquesa de Cubas, la condesa de
Gondomar y la marquesa de Aguilafuente, para ofrecer a la Virgen del
Pilar una gran corona. Para ello han hecho una campaña nacional
pidiendo donaciones en especie (o sea, joyas) a todo aquel que quiera
y pueda hacerlo. Y, a la vista del resultado, la respuesta fue
abrumadora.
El que los dirige es un joven de apenas 18 años, Ramiro García
Ansorena, excelente dibujante y encargado por su padre -dueño de la
Casa Ansorena, la más prestigiosa firma de joyeros españoles de la
época- para diseñar la más definitiva de sus obras de arte. ¿Su
inspiración? Algo tan aparentemente banal como los motivos forjados en
los balcones de hierro madrileños.
Y no es una labor fácil. Todos los que respondieron al llamamiento de
estas damas quieren que su donación aparezca físicamente en la corona.
Quieren verla, tocarla y decir: «aquella piedrecita de allí es mía...»
Así, poco a poco, las alianzas, broches, pulseras, pendientes,
medallas, cadenas, relojes, petacas y cadenas de todo tipo van
transformándose en delicadas y sutiles piezas de orfebrería que ni sus
propios dueños reconocerían.
Estamos en mayo de 1905 y la coronización de la Virgen está prevista
para mediodía. Aquella mañana se escucharon 21 cañonazos a modo de
salvas y repicaron las campanas de todas las iglesias de Zaragoza y de
España entera. El cardenal Soldevila, en nombre del Papa, con la
presencia del Nuncio, las autoridades, los representantes de los Reyes
y el Episcopado español en pleno, procedió a colocar la corona pensada
por los Ansorena sobre la cabeza de la Virgen, en medio del júbilo de
los casi 50.000 peregrinos llegados a Zaragoza para el evento.
Hoy, domingo, justo un siglo después, serán más de 200.000 los que
festejarán este centenario en el mismo lugar.
UNICA EN EL MUNDO
La corona, está considerada por los especialistas como una de las
obras más importantes de la orfebrería europea de la época.En 1905 fue
tasada en 600.000 pesetas aunque hoy tiene un valor incalculable y,
sin duda, es el mayor tesoro artístico español.Elena Mato Ansorena,
nieta del diseñador, dice que «es la obra cumbre salida de esta
joyería, tanto por la calidad de ejecución como por la riqueza que
tiene, con la añadidura de su valor artístico y su significado
espiritual».
Poco antes de la coronación, la obra fue expuesta en el palacio
episcopal y visitada por miles de madrileños antes de ser llevada a
Roma para ser bendecida por el Papa. Cuentan que Pío X quedó tan
impresionado por su belleza artística y la generosidad de los
españoles, que regaló al cardenal Soldevila su cáliz de oro y
esmaltes, con el que acababa de celebrar misa, para que figurase en el
museo del Pilar, y concedió indulgencias a la basílica y a los
peregrinos. Ese mismo cáliz se empleará hoy en la prevista misa del
Jubileo.
La Pilarica tiene una docena más de coronas, pero ninguna como la
grande, la buena, la que sólo lleva en las grandes ocasiones.Las otras
son de diario o están en el joyero, el tesoro, el museo pilarista, que
pasa por ser uno de los más ricos de todos los templos españoles.
Alberga miles y miles de joyas, piezas de orfebrería, procedentes de
legados, donaciones de gente anónima u ofrendas de reyes, papas y
potentados.
Unas se exponen en vitrinas y otras se guardan bajo tres llaves en el
museo secreto. Es un habitáculo de difícil acceso en donde hay 10
cajas y tres maletas que abarcan más de cinco siglos de la historia
del Pilar y de la joyería española y europea.
Hay piezas en todos los metales y piedras preciosas y en las más
diversas formas como colgantes, pendientes, broches, veneras,
pulseras, alianzas, collares, cadenas, dijes, joyeles, medallas,
portapaces, mantones, mantos (hasta 450 donados por instituciones y
particulares, toreros y deportistas), abanicos, cálices, imágenes,
candeleros, relojes, monedas, cubertería o rosarios.
SIMBOLOS
Algunos de estos objetos son especialmente significativos, como el
bastón y el broche nupciales de Alfonso XIII y Victoria Eugenia,
ofrecidos a la Virgen por salir ilesos del atentado que sufrieron el
día de su boda. El águila en oro y diamantes de Amadeo de Saboya. El
rotulador de oro con el que Juan Carlos I sancionó la Constitución. La
corona de oro y brillantes que regaló la Reina Sofía en el primer
viaje de los monarcas nada más ser proclamados en 1975. Felipe II donó
en 1596 dos ángeles de plata, que hacen guardia de honor a la imagen
de la Virgen.
Otra sección está dedicada a las donaciones de papas, cardenales y
obispos, donde están los cálices de San Juan de la Cruz, San Pío X y
Juan XXIII o el solideo de Juan Pablo II. Cada pieza tiene su anécdota
o historia, reflejo de la devoción popular, y las hay curiosas como el
arco del violín de Sarasate o unos pendientes de oro de Evita Perón.
Al valor histórico-artístico y sentimental del tesoro se une el
económico. Nadie se atreve a dar una cifra concreta. De poderse tasar
estaríamos hablando de cifras multimillonarias e inimaginables.El
joyero ha sufrido mermas debido a los expolios, el más grave tras la
invasión francesa, y a las subastas para terminar o arreglar el Pilar.
Así, en 1979 se subastaron 110 piezas con un precio de salida de 3
millones de pesetas; en 1980, 207 lotes y una base de 20 millones. En
1982, con motivo del viaje del Papa, salieron 27 lotes a 34 millones.
Siempre se subastaron piezas que no tuvieran valor histórico y
artístico. Todo por la Patrona...
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