SALTIMBANQUIS POR Bernardo Schifrin
SALTIMBANQUIS
…circo gaucho, circo viejo, te vas para no volver… (del tango)
…salta. Salta pequeña langosta… (canción)
…en la timba de la vida me planté con siete y medio… (tango que me hiciste mal y sin embargo te quiero)
Métodos para aprender a agacharse y pegar el salto
1)EL APRENDIZ DE LOS INGLESES
Resulta increíble que a un changuito norteño, en apariencia tímido e introvertido haya copiado
de los ingleses el arte del birbiloque, o de caer parado cualquiera sean las circunstancias.
Había entrado a trabajar al ferrocarril como supernumerario cuando era de los ingleses, de otra manera no hubiese ascendido a auxiliar, peldaño que le auguraba una existencia tranquila hasta la jubilación, aunque por los años 40 ese ramal, entre Serrezuela (Córdoba) y San Juan había perdido toda importancia.
Lo habían comenzado a construir allá por el año 15 para hacer pelotas los algarrobales, el quebracho con el que alimentaban las locomotoras a vapor estaba raleando.
Tampoco era cuestión de competir por el quebracho con las fábricas de tanino, que obtenían importantes beneficios para los mismos capitalistas, desmontando y dejando, las poblaciones-campamento y el campo pelado hasta de trabajadores, que migraban como gitanos hacia los nuevos bosques a desertizar.
Vencedores en la segunda guerra mundial, de repartirse el mundo se trataba, la línea a la vera de la cual habían emigrado buena parte de los que poblaban los caseríos coloniales con el advenimiento de las máquinas diesel no tenía razón de ser. Ya no necesitaban la leña de algarrobo.
Pero se lo tenían calladito, porque la adaptación de equipos, vías e instalaciones costaría más que las ganancias a obtener. Pergeñaron ipso facto no pagar sus deudas, trocar tanto material desactualizado por la cuantiosa cantidad de alimentos con los que colaboró la argentina al esfuerzo bélico (de cada tres barcos llegaba uno, los otros eran torpedeados por los alemanes)
Veteranos saltimbanquis agresivos declararon la deuda con la Argentina inconvertible y nos enchufaron material con destino de chatarra.
Entonces ¡por fín! Se dio la oportunidad de lucir nuestro nacionalismo y los ferrocarriles se convirtieron en argentinos.
El changuito había crecido, de supernumerario en el norte cordobés ascendió a único auxiliar de la estación de Milagro con derecho a la vivienda de jefe de estación, buenas comodidades y gratis. Habrá sido el salto, o el ejemplo de sus ex patrones ingleses, que le abrió el apetito y le sugirió ventajear para transformarse él también en saltimbanqui.( Saltimbanqui derivará de asaltantes de bancos ?)
En el pueblo existía un levantador de quinielas como en todos los pueblos, con el que trabó relación porque era el único pasajero abonado del ferrocarril en esa estación, todos las tardes viajaba hacia Chepes (la principal población del sur de la provincia) en el vagón de segunda que llevaba el tren de carga, o en el furgón si no lo traía. En Chepes vivía el capitalista de juego para el que trabajaba, volvía a la mañana siguiente a veces con un paco considerable, en la estación lo esperaban ansiosos los que habían acertado. Pero como todo tiene fin en la vida, el quinielero se murió.
Nuestro auxiliar devenido jefe de estación pensó me voy a hacer un viajecito a Chepes hoy
mismo, no vaya a ser que alguno me birle el negocio, yo puedo conseguir que el guardatrén que entregue todas las tardes una valija con cerradura y doble llave al capitalista, una para él, la otra para mí.) La comisión no será mucha, pero algo es algo. Acá a la quiniela se juega salteado, la mayoría prefiere las cuadreras, la taba o los cachos(dados). Y los que disponen de plata arman en el clú mesas de monte, y hasta de poker. Donde algunos pierden hasta lo que no tienen. ¡Lindo ejem-plo para la población!
Con el tiempo la localidad fue creciendo, el pobrerío se trasladaba desde pueblos sin transporte y puestos ganaderos, por suerte con sus pocas monedas a lo único que podían jugar era a las quinielas, las comisiones fueron creciendo.
En cierta oportunidad el capitalista le propuso introducir en las tenidas del clú a un ruso Hersele, propietario de una boite en pleno centro porteño (lindera del boliche tanguero de moda “Caño 14”),que según decían era campeón mundial de poker, quien se iba a dedicar a pelar comer-ciantes lugareños y hasta quedarse con alguna estancia, pero el auxiliar no se animó, alguno de bronca lo podía denunciar y hacerlo echar del ferrocarril. Chau empleo y chau comisión por la quiniela. Mientras el viento de cola le permitiera amarrocar unos pesos ¿quien lo apuraba? Tiempo al tiempo.
Su oportunidad llegó cuando caída la dictadura militar, Menem, a quien los riojanos le celebra-ban los deslices y los diversos disfraces, patillas incluidas, volvió a ganar la gobernación.
Para compensar la menor distancia de San Luis al puerto de Buenos Aires y atraer nuevas empresas, les ofreció parques industriales con terrenos y servicios casi gratuitos, liberación de impuestos y convoyes ferroviarios con tarifas de cargas más reducidas que las de San Luis.
En los parques industriales no perduraron las nuevas empresas radicadas, pero como no hay mal que por bien no venga, las exenciones impositivas fueron aprovechadas por ricachones tradicionales quienes explotaban los recursos ancestrales de la zona, olivicultura, vinos, pasas de higo, de uvas y otros productos autóctonos, para transportar los cuales usaban camiones. (Los diferimientos impositivos le costaron a la Nación mil millones de dólares.)
Resultado, olvidarse de los convoyes ferroviarios, las oficinas que los promocionaban y los gastos realizados.
Se necesitaban ingresos para compensar semejantes despilfarros, oficializaron juegos de azar, la quiniela y los billetes primero, luego el prode, las diferentes variantes de sorteos mantenían entretenida a la ciudadanía.
El auxiliar quinielero, dijo esta es la mía, el ferrocarril en franca decadencia, tarde o temprano sería desechado(cuando el patilludo alcanzó la presidencia se clausuraron los ramales). La quiniela clandestina no podía competir con la legal. Su puesto de auxiliar a cargo de la estación ¿qué podía durar? Sin abandonarlo, instaló un kiosco de juegos justo a la salida de la estación, con habilitación municipal que incluía el uso del espacio público. Sus ingresos crecieron en forma geométrica, con lo que se aseguró un porvenir llegado el momento de la jubilación, manteniendo el usufructo de la vivienda. Tales picardías sin apresuramiento le valieron alcanzar el status que dan los mangos. La nacionalización impuesta por los ingleses terminó favorecien-do a algunos aprovechadores.
“Con paciencia y saliva el elefante se fornicó a la hormiga”.
(Próximamente los capítulos 2 y 3 de “Saltimbanquis” , referidos a Intendencias hereditarias y otras yerbas provinciales)
Ediciones Agua Clara- www.edicionesaguaclara.com.ar
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