Manuel Scorza
(1928-1983). Se trata de uno de los poetas y novelistas peruanos más significativos del pasado siglo. Su palabra, honda y esencial, sirvió al mismo tiempo para las más inquietantes indagaciones existenciales y la denuncia de una sociedad donde las huellas de la injusticia y el sordo vasallaje adoptan las formas más disímiles. Estudió en el Colegio militar Leoncio Prado, paradójico y violento escenario de la gran novela de Vargas Llosa La ciudad y los perros. Padeció dos largos e insomnes exilios, el primero de ellos bajo la dictadura de Odría. Vivió en París, donde fue lector en la Escuela de Saint-Cloud. Sus novelas y poemarios han adquirido con el correr del tiempo un resplandor inegable: Las imprecaciones, Poemas de Amor, el Vals de los reptiles, Redoble en Rancas, La Tumba del relámpago, el Jinete insomne e Historia de Garambo el invisible, son algunas de ellos, y están traducidos a más de veinte idiomas. Murió trágicamente viajando hacia Colombia en el famoso accidente del vuelo de Avianca proveniente de Madrid. El poema siguiente es una pieza perfecta, lúcida y atormentada.
EPÍSTOLA A LOS POETAS QUE VENDRÁN
Tal vez mañana los poetas pregunten
por qué no celebramos la gracia de las muchachas;
quizá mañana los poetas pregunten
por qué nuestros poemas
eran largas avenidas por donde venía la ardiente cólera.
Yo respondo: por todas partes se oía llanto,
por todas partes nos cercaba un muro de olas negras.
¿Iba a ser la poesía
una solitaria columna de rocío?
Tenía que ser un relámpago perpetuo.
Yo os digo:
mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir;
mientras los mendigos lloren de frío en la noche,
mi corazón no sonreirá.
Matad la tristeza, poetas.
Matemos a la tristeza con un palo.
Hay cosas más altas
que llorar el amor de tardes perdidas:
el rumor de un pueblo que despierta,
eso es más bello que el rocío.
El metal resplandeciente de su cólera,
eso es más bello que la luna.
Un hombre verdaderamente libre,
eso es más bello que el diamante.
Porque el hombre ha despertado,
y el fuego ha huido de su cárcel de ceniza
para quemar el mundo donde estuvo la tristeza.
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