Retorna Diez de la Cortina Montemayor con un poemario en el que creo reúne los elementos que han ido apareciendo y caracterizan su voz poética, pero además lo hace de una forma más madura, más definitiva, aún más redonda.
"La senda impar" fue un libro que me gustó mucho. Su leit motiv, su temática, podríamos decir, era más unívoca (aunque esto es imposible en la autora que hoy nos ocupa donde casi cada elemento puede ser símbolo de varias cosas): el camino, si bien el camino de Santiago era también el juego de la oca, la vía láctea, etc. Aquí, sin embargo, presiden la obra una multiplicidad de "realidades" inmateriales o filosóficas, algo muy complejo que la poetisa consigue aunar de una forma que fluye para el lector. Así, la mitología aborigen australiana, la tradición bíblica y Hermes Trimegisto presiden una trenza de versos que a veces tiene seis cuerdas, a veces cuatro, y que se forma arriba como abajo... y yo diría también cerca como lejos, dentro como fuera, sólido como sutil.
"[...] La piel, ¿no siente igual que el corazón?
Si duele el corazón, ¿la piel se apena?
Lo que uno siente, en el otro resuena.
Retumba lo de dentro en lo de fuera [...]"
"Lo innombrable", página 54.
En este poemario encontramos más rima que en los anteriores, y no sólo asonancias, sino también un soneto. Pero como yo creo que a la escritora le gusta jugar en vez de un clásico ABBA ABBA o incluso un ABAB ABAB nos regala un ABBA BCCB y luego demostrarnos que le sobra conocimiento del español para rimar todas las veces que haga falta en consonante termina haciendo unos tercertos en CDC D(casi C)D. Y es que efectivamente el juego forma parte del encanto de Susana Diez. Hay muchos otros ejemplos a lo largo del libro. Mencionaré dos:
Aunque el libro se estructura en series de seis poemas bajo un epígrafe que contiene en sí un juego entre la definición poética y la ruptura de normas (en la definición no cabe usar la palabra de la que se explica el significado y Susana Diez lo hace en más de una ocasión, y no es de forma casual), aunque, como digo, son series de seis poemas, al final, con el epígrafe "LÍMITES", nos regala cuatro series de cuatro poemas, tiradas de cuatro "realidades": los cuatro puntos cardinales o las cuatro estaciones, por citar dos. En este último conjunto empieza por tres perfectos y medidísimos haikus (5,7,5)... el lector espera el cuarto el mismo tipo de fórmula... Pero no la obtendrá, pues en "Invierno" tendrá un 5,5 y 7 ó 9 (según quieran medirse la sinalefas mediando coma). Y sí, sí, ya sé que la RAE dice que el acento gráfico o tilde en la "o" ya no es necesario. Pero yo no comulgo con esa norma tan "modernita".
Otro ejemplo de juego -muy distinto, eso sí, pues es algo fonético en este caso- lo encontramos en el poema "Vértigo", de la página 39, en el que todos sus versos empiezan por la sílaba "ver".
En lo formal creo ver también una influencia del cancionero medieval. La propia autora nos habla en en PREÁMBULO de las canciones. Tanto por la temática (el llanto o tristeza por la ausencia del amado) como por el uso de la palabra "amigo" para referirse a dicho amado creo ver ecos de las cantigas de los trovadores y los cancioneros.
En "Mutaciones" el endecasílabo le gana la partida al alejandrino (en el que resulta muy hábil Susana Diez, y que podemos encontrar en "Aniversario", en la pág. 29, o en "Hermetismo" en la pág. 55). Así en: "Imán" (página 22); "La dimensión del universo" (página 36); "Miedo" (página 40); "El Árbol de la Vida" (página 43); "Dentro y fuera" (página 48); "Lo innombrable" (página 54); "Alegría", el ya mencionado y particular soneto (página 59); "Inmovilidad" (página 61); "Silencio" y "Suerte" (página 65); "Dejadez" (página 76); "Longitud" (página 84); y algunos versos sueltos en otros poemas.
Fuera de lo estrictamente formal, que me ha "seducido", pues soy un enamorado del verso medido y la rima que provocan la maravillosa musicalidad -semilla de la magia poética para mí, que luego da frutos metafóricos y flores simbólicas en las que es tan rica la poesía de la autora- creo ver también elementos de la tierra aragonesa de la que procede la poetisa: montes, vientos... algo nada extraño pues en el mencionado "PREÁMBULO" se nos dice que si "La senda impar" hablaba del camino "Mutaciones" habla del origen de ese camino. El origen es inmutable por definición.
"[...] y asumir que, en el fondo, uno quisiera
morirse en el lugar donde nació".
"Imán", página 22.
Y si bien todo el conjunto se enmarca dentro de esos principios o temáticas de gran calado no faltan los poemas amorosos, o los breves poemas de reflexiones populares (muchas veces en forma de haikus):
"Sobre la tapia
estira un largo sueño
la lagartija".
"El sueño del reptil", página 23.
En algunos poemas como "El Árbol de la Vida" (página 43), o "Íncubo pueril" (página 77), se hace más patente la relación entre lo onírico y aquello que llamamos mundo real, la vigilia. De forma que el durmiente trae consigo algún elemento material desde la materia inmaterial del sueño, o bien la impresión honda en el alma de lo que pasó con los ojos cerrados sigue presente en nosotros con los ojos abiertos.
En resumen, un complejo poemario por la multiplicidad de elementos, influencias, tradiciones en las que bebe, juegos, guiños de humor y marcos de trascendencia. Un poemario que habla del recorrido poético, espiritual y vital de una poetisa que es filóloga pero, sobre todo, es un alma en busca de respuestas: en el camino, en el origen y en la ausencia. ¿Es todo lo mismo en definitiva o forma parte de lo mismo? Quizá el libro ayude al lector a encontrar sus propias respuestas... o más preguntas de las que ya tenía antes de empezarlo.