UN MATRIMONIO PARA LA ENSEÑANZA II
Pero la labor educativa de D. Gabriel no quedaría limitada al horario escolar, que ocupaba entonces mañana y tarde hasta las cinco, sino
que, después de esas horas de escuela, daba clases a alumnos que habían finalizado la etapa escolar y se preparaban para cursar el
Bachillerato. D. Gabriel junto con otros maestros de la localidad preparaban a esos jóvenes para posteriormente examinarse en el
Instituto de Enseñanza Media de Jaén.
Él como conocedor de la lengua latina, los preparaba en esa asignatura. Recuerdo que en vacaciones de verano, siendo yo seminarista,
cuando nos encontrábamos, me soltaba alguna frase latina de Cesar o de Cicerón. Además de latín también enseñaba lengua Española;
Para esta enseñanza compuso y editó una Gramática de la lengua Castellana. Desgraciadamente no he podido tener en mis manos este
libro del que ni la familia conserva ejemplar alguno.
Además del Magisterio D. Gabriel ejerció otras actividades, de entre las que destacamos sus colaboraciones al periódico JAÉN.
Como periodista es autor de numerosas crónicas que como corresponsal enviaba al Diario provincial. Estas versaban sobre diversos
acontecimientos ocurridos en la localidad, unos de carácter socio-político: visitas de autoridades por diversos motivos; otras de temas
religioso, como en la que encabeza este trabajo, procesiones, fiestas patronales; otras de carácter luctuoso como la que apareció el 13 de
agosto de 1950.Dos días antes una nube devastadora y cruel descargó hacia las cuatro de la tarde del día once sobre nuestro pueblo
causando siete muertes y gravísimos perjuicios en la cosecha de aceituna.
D. Gabriel relataba en su crónica detalladamente la muerte de cinco jóvenes y niños dentro de a cueva que les servía de vivienda y la de
otro matrimonio, él invalido, arrastrados por las aguas impetuosas.
Iniciaba así su crónica: “EL viernes (día 11) cerca de las cuatro de la tarde, y sin que hubiera apenas indicios anunciadores, en pocos momentos se formó una tremenda nube que descargó una verdadera tromba de agua y granizo, llegando a alcanzar la capa de éstos en muchos lugares una altura de más de medio metro y con tamaño superior al de avellanas. Varías casas situadas en la parte alta del pueblo, llamada las Cuevas, quedaron inundadas y otras se derrumbaron.”
Termina la crónica muy detallada con la visita del gobernador civil en funciones y otras autoridades provinciales que recorrieron los lugares donde la nube había producido más estragos y la asistencia al entierro de las victimas.
De su faceta literaria conocemos un trabajo corto, unas seis páginas, titulado “Un incendio memorable”. Forma parte de un pequeño volumen, una colección llamada “cuentos nuevos” en la que colaboraban varios autores con una narración corta; la de D. Gabriel va de la página 11 a la 16. El librito estaba publicado por “Ediciones Rumbos” de Madrid, en 1952.
Es un escrito en el que su autor, ya maduro, recrea un acontecimiento que él vivió cuando sólo contaba 19 años: En la noche del 28 de julio de 1916 un fuego devastador prendió en el camarín de la Virgen de las Angustias. D. Gabriel recuerda el toque de arrebato de las campanas de toda la ciudad; cómo la gente se agolpaba frente al templo; cómo todos temían por la imagen de la Virgen tan querida de su Virgen. Y en medio de aquel estupor se abren las puertas del templo y un grupo de hombres intrépidos aparecen llevando “en volandas” la imagen tan querida por todos.
En este momento la voz del narrador se llena de emoción y en un estilo declamatorio y vibrante, como los mejores discursos escribe: “Aquellos hombres valerosos: matarifes, carniceros, curtidores, gente brava y de pelo en pecho del renombrado barrio de las Angustias; aquellos hombres...que eran capaces de jugarse la vida a punto de faca; aquellos hombres...que habían dejado correr sus lágrimas como niños ante el inminente riesgo de la idolatrada imagen; aquellos hombres habían salvado a su Virgen de las Angustias”.
El relato, a pesar de su brevedad, está escrito con emoción, con vehemencia y a la vez con una utilización de la lengua tan perfecta que esas breves páginas nos bastan para ponderar al literato que encierra. Lamentamos que no hubiera seguido en esa línea, sin duda que sus escritos hubieran sido muy bien enjuiciados por la critica literaria.
De lo sublime, de lo literato, pasamos ahora a otras facetas que rozan con la vida práctica de nuestro maestro y que suponían para él un relax en las tareas docentes: la de cazador y hortelano.
Para D. Gabriel el ser cazador era un descargo dentro de sus ocupaciones prioritarias: salir al campo, observar la naturaleza. Él era cazador al ojeo, metido en su puesto y esperar que el pájaro lanzara su reclamo. Le, niño yo, pasar por la puerta de nuestra casa de la calle Cobos con la escopeta y la jaula al hombro camino de las Nogueras o tal vez mas allá, hacia el Buitre. El peso de aquellos arreos de caza le habían producido una inclinación del hombro tan visible que, aún sin esos arreos a cuestas, le habían dejado ya esa figura. Y siempre con la pipa en la boca.
La otra faceta suya era hacer de hortelano. La casa de la calle Cobos, su domicilio, era y es un inmueble grande con habitaciones, la más amplia para la escuela de la señora y las demás para uso de una familia numerosa. Pasada la puerta de entrada y un largo pasillo, se llegaba a un patio amplio con macetas por todas partes que Dª Matilde cuidaba, después de cumplir el horario escolar.
Si las macetas y las flores eran la ocupación de la señora, D. Gabriel se ocupaba en los ratos libres de la escuela en tareas agrícolas en el huerto que estaba dentro del recinto de la casa. Allí se entretenía cultivando hortalizas. Lo recuerdo con unos pantalones de pana y azada en mano tomando agua para el riego de la fuente que había junto al huerto.
COLOFÓN
AL repasar el callejero de nuestro pueblo observo que muchas calles están dedicadas a políticos o literatos de gran prestigio nacional o regional. Y esto me parece muy bien. Y estos maestros como ADARVE MENDOZA que, aunque no fueran naturales de Cabra, dejaron la mayor parte de su vida aquí, se compenetraron con lo autóctono nuestro, educaron a muchas generaciones de nosotros y hasta dejaron sus cenizas en nuestro campo santo, ¿no merecen este honor?
Vaya aquí mi recuerdo, mi adhesión sincera y mi gratitud eterna a este matrimonio de maestros y a todos los que como ellos con labor callada han educado y siguen educando a nuestros niños y jóvenes.
© Juan Cózar Castañar
Catedrático jubilado.
CONTRALUZ
REVISTA ANUAL DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL
ARTURO CERDÁ Y RICO
Contraluz Asociación Cultural Cerda y Rico. Cabra del Santo Cristo. (Jaén)
CONTRALUZ Año IV – Número 4- Agosto de 2007
Revista anual de la Asociación Cultural
Arturo Cerdá y Rico
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ISSN 1698-8817
CABRA DEL SANTO CRISTO (Jaén)
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