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TEMAS BLOG OFICIAL DE LA POETA Y ESCRITORA andaluza Carmen Camacho ©2017

Un gato

Un gato EL GATO

 

 

Nuestros vecinos tenían un gato.  Grande y de pelo negro.  Cuando el animal me veía salir de casa le gustaba acercarse a mi para frotarse contra mis piernas mientras hacia, ron, ron, ron.  A mi madre nunca le gustaron los gatos por eso me tenía totalmente prohibido que llevase el gato a casa.

 

Pero cuando ella estaba lejos llamaba al gato y el se deslizaba con sus elegantes movimientos y livianas pisadas hasta la cocina.  Saltaba sobre la piedra junto a la ventana y ronroneaba.  Sabia que le daría un poco de leche.

 

Saltaba mi corazón feliz dentro de mi pecho lleno de gozo.  Como si el viento me sacara en brazos a través de la ventana volando por el espacio más allá del reino de mi madre y de su casa al encuentro de una nueva estrella.

 

En la piedra de la ventana dejaba un platito con unas gotas de leche.  Mi madre vigilaba siempre la leche se habría dado cuenta enseguida.  Seguro que hubiese recibido una buena reprimenda, no por la leche no.  Porque muchas madres igual que la mía no perdonan nunca tus secretos.

 

 

 

6 comentarios

carem maria -

Ana, ¡es precioso¡
ese micro relato muchas gracias
saludos

Ana -

Pues habiendo leido el texto anterior, tambien sé uno de gatos. Está tomado del libro Este sol de la infancia (ed Acumán) y se titula

OJALÁ QUE TE VAYA BONITO


Un convenio regulador tiene que aquilatar todos los detalles, no debe dejar nada a la improvisación. Por eso había que determinar la custodia de Aida. Entre personas maduras este asunto tenía un modo claro de resolverse. Descartada la custodia compartida (pues tras el divorcio iban a residir en ciudades distintas), la solución natural consistía en situar a Aida en el jardín, ponerse cada uno en un lugar equidistante y dejarla decidir con quién se iría. No valían trucos para atraerla: ni llamarla, ni mostrarle un obsequio... Que sus sentimientos actuaran con libertad.

Llegado el momento, Aida miró a izquierda y derecha. Sin moverse un centímetro decidió dormir una siesta. Ambos esperaron sin cruzar palabra durante hora y media, lamentando no haber cogido nada para leer.

Aida se incorporó. Bostezó, estiró regiamente sus músculos y empezó a caminar. Sin tomar impulso salvó los dos metros que había entre el suelo y la ventana de don Damián, el viejecito que nunca sale de casa. No era la primera vez que Aida saltaba hasta allí. Desde el alféizar volvió a mirar tristemente a ambos lados, hasta que el anciano la cogió y la abrazó contra sí. El ronroneo era suave pero audible.

bluki -

asi, es el tema tengo un articulo, que subire un día de estos, sobre un estudio de trols en la red es interesante
me gusta tu literatura tu si la haces, te leo
cuidate
abrazos.

guanachinerfe -

Sí, el ruido acabó imponiéndose a la literatura. Como en la televisión. Como en la vida. Últimamente sólo hay espacio para el ruido.

bluki -

gracias guana hice un enlace a tu blog y fue una pena que desapareciera "atra" estaba claro que ya no se hacia literatura alli
saludos

guanachinerfe -

Me gusta tu gato negro. Yo tuve uno precioso y todavía, dos años después, sigo echándole de menos, oyendo su maullido en el pasillo y el rasguear de sua patitas en la puerta.